"Vivimos en plena desilusión de un imperio", afirma el filósofo Jürgen Habermas

El pensador alemán participa en El Escorial en un curso sobre su obra

El filósofo alemán Jürgen Habermas, una de las voces más lúcidas del pensamiento actual, asiste con perplejidad al confuso estado de nuestra civilización, que él describe como "la desilusión de un imperio", en referencia al fin de la URSS. No sólo el fin de las ideologías, sino la falta absoluta de ideas para construir nuevas utopías desconciertan a este analista de la sociedad que ve la única salida en los movimientos sociales marginales. Habermas, considerado el representante más creativo de la Escuela de Francfort, asiste estos días en El Escorial a un curso sobre su obra.

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El filósofo alemán Jürgen Habermas, una de las voces más lúcidas del pensamiento actual, asiste con perplejidad al confuso estado de nuestra civilización, que él describe como "la desilusión de un imperio", en referencia al fin de la URSS. No sólo el fin de las ideologías, sino la falta absoluta de ideas para construir nuevas utopías desconciertan a este analista de la sociedad que ve la única salida en los movimientos sociales marginales. Habermas, considerado el representante más creativo de la Escuela de Francfort, asiste estos días en El Escorial a un curso sobre su obra.

El pensamiento de Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929), autor de libros como Teoría de la acción comunicativa, Conocimiento e interés y el reciente El extremismo del centro, es uno de los grandes teóricos del pensamiento moderno. En este último trabajo Habermas hace un análisis profundo de las consecuencias de las actitudes políticas conservadoras en su país, a las que considera potencialmente más peligrosas que las de los extremistas.El desvanecimiento de las ideologías políticas pinta, según él, un panorama inquietante en el mundo occidental. "La política de los gobiernos se ha convertido en algo totalmente pragmático, sin la perspectiva de un programa, y esto indica una falta de debate sobre las alternativas", afirma.

"Los partidos políticos -por lo menos en Alemania- compiten sólo por posiciones de poder y no por proyectos, polarizándose. en logros inmediatos. Lo que esto muestra es, supongo, una consciencia creciente por parte de los gobiernos y partidos de que. su capacidad de intervención está disminuyendo".

Quiebra histórica

Habermas piensa que es dificil saber cómo podemos cambiar este talante depresivo de los políticos actuales. "Lo único que puedo decires que normalmente se necesitan movimientos sociales para poder variar esta falta de perspectivas, esta actitud demasiado pragmática. También los intelectuales tienen el deber de introducir ciertas ideas, de hacer una contribución. Pero debo reconocer, y me incluyo a mí mismo, que no hemos sido muy creativos últimamente"."Es una situación muy extraña", reflexiona. "Estamos viviendo un resquebrajamiento histórico muy profundo. No se experimenta la desilusión de un imperio así como así. Es un acontecimiento extraordinario. Pero estamos viviendo en medio de ello y no logro descubrir una sola idea nueva. No hay respuestas visibles a este dramático giro de la historia. Este tipo de cambio no resuelve ninguno de nuestros antiguos problemas, sólo nos ha añadido otro nuevos".

Democracia es la única gran palabra que ha sobrevivido a las crisis ideológicas. Pero se ha convertido en un concepto demasiado amplio que sirve para justificar diversos tipos de conductas y decisiones. Habermas piensa que hace falta redefinir la democracia como sistema. "La democracia necesita ser redefinida, y esa es una tarea intelectual", dice el filósofo. "Hay que revitalizar una verdadera república. Debemos redefinir el proyecto, buscar que se convierta nuevamente en algo atractivo. Es el punto en el que debemos concentrarnos y es lo suficientemente poderoso para recuperar cierta energía utópica. Los sociólogos tienen un término bonito para esto, locus de control, zona de control. No se debe tener la zona de control fuera, sino dentro de uno mismo. Y el devolver la zona de control a una comunidad autoconsciente debe ser el propósito prioritario".

"No deber ser una redefinición de la democracia venida de afuera, lo que necesitamos es un debate público sobre cómo debemos entendemos a nosotros mismos como miembros de una república ante estos tremendos peligros y problemas", añade. "Esta es una de las razones por las que pienso que en Alemania desperdiciamos la magnífica oportunidad que tuvimos inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín y a lo largo de 1990, cuando pudimos haber tenido un debate público sobre cómo deberíamos asumir el nuevo papel de una nación unida, que parecía tan amenazadora para muchos de nuestros vecinos. Pero no pasó nada, nada. Hubo una unificación demasiado rápida y perdimos la gran ocasión de analizarnos a nosotros mismos y constituir una nación de ciudadanos".

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