EL REGRESO DE ABU AMMAR

Ciertas cosas nunca cambiarán

Acercarse al presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sigue siendo una empresa casi imposible. Durante décadas, Yasir Arafat ha recurrido, usado, aprovechado, menospreciado y, en ciertas ocasiones, abusado de la confianza de los periodistas. Ser periodista y ver a Arafat es un ejercicio exhaustivo que puede traducirse en golpes (para cualquier reportero), no importa los años que éste hubiese invertido en las correrías, generalmente noctámbulas, del líder revolucionario que se ha ganado fama de gran trotamundos.Arafat mostró un poco de piedad, brevemente, cuando cuatr...

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Acercarse al presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sigue siendo una empresa casi imposible. Durante décadas, Yasir Arafat ha recurrido, usado, aprovechado, menospreciado y, en ciertas ocasiones, abusado de la confianza de los periodistas. Ser periodista y ver a Arafat es un ejercicio exhaustivo que puede traducirse en golpes (para cualquier reportero), no importa los años que éste hubiese invertido en las correrías, generalmente noctámbulas, del líder revolucionario que se ha ganado fama de gran trotamundos.Arafat mostró un poco de piedad, brevemente, cuando cuatro fotógrafos del enjambre de informadores se le acercaron a las puertas de un edificio donde hasta hace poco funcionaba un hospital psiquiátrico y en el que Arafat pasó su primera noche en Palestina.

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Cuando caminaba hacia el flamante hotel Palestina, un nuevo edificio de cinco plantas que se ha convertido en una especie de superministerio para este enclave palestino autónomo, el viejo ex guerrillero tuvo que gritar órdenes a sus guardaespaldas para que no redujeran a culatazos a un fotógrafo holandés que clamaba en mal inglés "sólo quiero una foto, sólo quiero una foto".

"Déjenlo, déjenlo", ordenó un compasivo Arafat a sus gorilas vestidos de uniformes nuevos y mirando con viejas caras de malos. Duró poco, dos fogonazos. Una inaudible disculpa a los reporteros y luego vino el anuncio: "Mañana, mañana hablaremos un poco más". Fue la despedida de Arafat a la nueva generación de periodistas palestinos que lo miran como héroe desde hace años y que estaban demasiado nerviosos para hacerle preguntas sin comenzar con la palabra mabruk, mabruk, que en árabe significa el deseo de éxito y felicidad.

La incertidumbre sobre el momento de la llegada de Arafat al campo de Jabaliya también tuvo el sello del secreto que ha rodeado siempre los desplazamientos del dirigente palestino. Los hombres que se arremolinaban en las esquinas de Jabaliya insistían en preguntar a los periodistas si era verdad que Arafat iba a visitar sus casas.

Desgraciadamente, la muerte acecha incluso en las celebraciones festivas. Un joven palestino murió el viernes cuando el árbol en que se aglomeraba con un grupo de amigos para asistir al histórico paso del cortejo en que se encontraba Arafat cedió por el peso de los curiosos.

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Al menos, en este caso, la desgracia fue fruto de la emoción festiva y no del enfrentamiento armado con tropas del Ejército israelí. En Gaza, ciertas cosas sí parecen estar cambiando.

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