Tribuna:

Un pensador alemán

No están los tiempos como para permitirse el lujo de prescindir de almas como la de Golo Mann, un historiador y alemán en lo mejor que esto puede significar nunca. Y menos para Alemania en el principio de una nueva era. Pero la naturaleza es implacable y a los 85 años nos ha abandonado este valiente testigo del siglo que, por su padre Thomas Mann y su tío Heinrich, tenía el privilegio añadido de disponer de un balón al siglo pasado. Su comprensión de la historia era única. Ser hijo de Thomas Mann tenía por fuerza que ser una gran ventaja. Pero su lucidez, su inteligencia, su cultura y su indep...

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No están los tiempos como para permitirse el lujo de prescindir de almas como la de Golo Mann, un historiador y alemán en lo mejor que esto puede significar nunca. Y menos para Alemania en el principio de una nueva era. Pero la naturaleza es implacable y a los 85 años nos ha abandonado este valiente testigo del siglo que, por su padre Thomas Mann y su tío Heinrich, tenía el privilegio añadido de disponer de un balón al siglo pasado. Su comprensión de la historia era única. Ser hijo de Thomas Mann tenía por fuerza que ser una gran ventaja. Pero su lucidez, su inteligencia, su cultura y su independendencia eran las mayores.Por eso podía descalificar con tanto humor como pasión a esos colegas suyos los historiadores Nolte y Hillgruber que, más sofisticados que los nazis de taberna, intentan hacer del nazismo y del holocausto incidentes desagradables de la historia. Pero con la misma agudeza fustigaba las cretinadas de una intelectualidad izquierdista alemana dogmática y torpe. Sus escritos sobre la Guerra de los treinta años, especialmente su biografía de Wallenstein, son fascinantes y conmovedores. Su historia de Alemania en los siglos XIX y XX es una obra definitiva.

Golo Mann era depositario de esa ingente tradición cultural basada en el rigor, el estudio y la valentía de criterio que caracterizó al alemán culto desde Lutero hasta que Auschwitz cayó como una losa sobre el pensamiento de la nación. Supo llevar la carga que el nazismo impuso al alemán con respeto a las víctimas, pero sin intentos de acomodación culpable ni de compensaciones siempre inútiles por las dimensiones del crimen. Tenía esa virtud tan reprimida por ideologías y prejuicios progres o postmodernismos que es el sentido común. Y mucho respeto a la historia. Golo Mann ha cumplido. Y nos queda su obra.

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