Transformaciones en tiempos de crisis

Estos momentos confusos y difíciles que vivimos se reflejan con total nitidez en el mundo del arte y, con mayor precisión, en la obra de los artistas más jóvenes. El nerviosismo general se aprecia, por ejemplo, en las transformaciones que se pueden observar en la trayectoria artística de cualquiera de los dos pintores que ahora comentamos.Cuando uno penetra en la Galería Juana de Aizpuru se encuentra con cinco grandes cuadros de Xesús Vázquez (Orense, 1946) en los que se aprecia una coherencia determinada por la unidad de tamaño y desarrollo; en ellos podemos contemplar, sobre un fondo multico...

Estos momentos confusos y difíciles que vivimos se reflejan con total nitidez en el mundo del arte y, con mayor precisión, en la obra de los artistas más jóvenes. El nerviosismo general se aprecia, por ejemplo, en las transformaciones que se pueden observar en la trayectoria artística de cualquiera de los dos pintores que ahora comentamos.Cuando uno penetra en la Galería Juana de Aizpuru se encuentra con cinco grandes cuadros de Xesús Vázquez (Orense, 1946) en los que se aprecia una coherencia determinada por la unidad de tamaño y desarrollo; en ellos podemos contemplar, sobre un fondo multicolor e informalista, unas figuras de carácter emblemático, nítidamente geométricas que se recortan netamente del fondo. Cuando uno pasa a la sala contigua se encuentra con unas pequeñas pinturas que forman series y una colección de fotografías, cuyo mejor calificativo es el de anecdóticas.

De entre estas series destacauna, formada por 98 piezas, que cubre por, completo una pared representando esquemáticas caras que han sido pintadas intentando abarcar todos los estilos posibles, desde el expresionismo a la abstracción, utilizando diferentes técnicas y procedimientos. Esta disparidad en la apariencia de Obras que han sido pintadas a la vez evidencia un cierto tipo de esquizofrenia. Si bien es cierto que el artista realiza en ambas series de cuadros la misma operación: la representación anagramática de unos signos que corresponden a una idea irónica sobre el internacionalismo, no lo es menos que esta dualidad en la presentación refleja el estado de inseguridad en el que permanentemente vivimos y del cual los artista se hacen eco.

Vuelco repentino

En el caso de la exposición de Fernando Mastretta (Barcelona, 1961) la sorpresa es aún mayor. En sus anteriores muestras habíamos visto una pintura de campos de color lisos muy matizados y pulcros, sobre los que se aparecían preciosistas y minuciosas imágenes figurativas. Estos cuadros, que se completaban con unos listones en los bordes de la tela, definían una manera de hacer muy personal e inconfundible. De pronto, sin estados de transición, presenta ahora unas pinturas ferozmente expresionistas en las que unas grandes pinceladas, muy matéricas y violentas, cruzan los lienzos con técnicas que inevitablemente recuerdan a las maneras de hacer de otro, aunque ese otro sea el mismísimo Willem De Kooning. ¿Por qué un artista que ha conseguido afianzar un lenguaje propio lo abandona por otro estereotipado?Los caminos de la vida y del arte son muy difíciles. Es cierto que en ambos casos los artistas, haciendo un tipo u otro de pintura, están pintando lo mismo y se enfrentan a los mismos problemas, pero lo que el público recibe es el repertorio de formas, figuras y colores que se halla en las telas pintadas y debe juzgar sobre lo que se ve en los cuadros, y no sobre otra cosa. Lógicamente los artistas defienden la libertad de pintar lo que deseen y de expresar lo que necesiten, pero cuando muestran cartas de diferentes barajas es posible que el espectador salga confundido.