Cartas al director

Cizaña

Soy asiduo lector de ese periódico, así como también de la columna de Manuel Vicent, con cuyo contenido suelo estar de acuerdo (aunque lo estaría más si la crítica que tanto ha prodigado y prodiga al capitalismo-imperialismo USA la hubiera hecho extensible al ya fenecido paraíso soviético). Pero no es éste el motivo de mi carta, sino la sorpresa que me ha producido la lectura de la columna publicada en EL PAÍS del 20 de febrero de 1994 con el título de Cizaña, y ello por las siguientes razones:En primer lugar, creo que los que se muestran intransigentes y no respetuosos con los d...

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Soy asiduo lector de ese periódico, así como también de la columna de Manuel Vicent, con cuyo contenido suelo estar de acuerdo (aunque lo estaría más si la crítica que tanto ha prodigado y prodiga al capitalismo-imperialismo USA la hubiera hecho extensible al ya fenecido paraíso soviético). Pero no es éste el motivo de mi carta, sino la sorpresa que me ha producido la lectura de la columna publicada en EL PAÍS del 20 de febrero de 1994 con el título de Cizaña, y ello por las siguientes razones:En primer lugar, creo que los que se muestran intransigentes y no respetuosos con los derechos de una parte muy importante de los ciudadanos de Cataluña (30%-40%) son los nacionalistas de turno que pretenden dar la vuelta a la tortilla del idioma. De seguir así se puede dar la paradoja de que en Barcelona se pueda estudiar en inglés, pero no en castellano o español, que es la lengua oficial del Estado y de la nación española (véase Constitución y Estatuto catalán). Que yo sepa, nadie prohibe a los catalanes utilizar su lengua; al contrario, es la Generalitat y su política de normalización lingüística la que impide a los castellanohablantes estudiar en un idioma que, según los textos citados, es tan oficial como el catalán.

En segundo lugar, si la Generalitat y otras instituciones y personalidades catalanas están tan seguras de la constitucionalidad de la citada ley de normalización, uno se pregunta: ¿a qué viene tanto revuelo y tanta campaña de presión como la puesta en marcha desde Cataluña? En tercer lugar, está muy claro lo que dicen tanto la Constitución como los respectivos estatutos de autonomía: la cooficialidad del castellano con las lenguas vernáculas, allí donde existan. Y, sin necesidad de segundas o terceras lecturas, está muy claro que la cooficialidad supone no sólo el poder expresarse en el idioma que uno desee, sino también poder estudiar, trabajar, leer los letreros y recibir información en la lengua propia. Por último, deseo constatar que se está llegando a una situación, cuando menos, insólita, ya que en esta vieja nación llamada España se puede ser nacionalista periférico y gozar de todas las bendiciones, pero está muy mal visto ser nacionalista español.

¡Ah!, para terminar, decir que soy gallego. Amo a Galicla, pero ello no me impide amar a España y al mundo. Hablo el gallego, pero reconozco el derecho de los ciudadanos a estudiar y desarrollar su vida normal en cualquiera de las lenguas que aquí son oficiales y propias de Galicia. Me gustaría que en Cataluña y Euskadi se pudiera hacer lo mismo. De lo contrario habría que pensar, al igual que aquellos hombres preclaros dijeron de la Segunda República, esto no es, ésta no es la democracia que la gran mayoría de los españoles votamos en su día.- O. Vázquez.

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