Los 'locos de Jehová'

La confusión de fe y nacionalismo entre los colonos judíos es una mezcla que provoca reacciones explosivas

Isaac Rabin, primer ministro israelí, calificó ayer al autor de la matanza de Hebrón como un psicópata. Nadie podrá probar lo contrario, puesto que Baruch Goldstein está muerto y nunca podrá ser examinado por un psiquiatra. Los expertos en criminología consideran que el autor de una carnicería puede ser presa de una locura asesina transitoria, incluso cuando la matanza es premeditada y ejecutada con absoluta frialdad, como la perpetrada el viernes en la mezquita de Hebrón. Sin embargo, la discusión psicológica puede desviar el contexto político, religioso y nacionalista que ha llevado a...

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Isaac Rabin, primer ministro israelí, calificó ayer al autor de la matanza de Hebrón como un psicópata. Nadie podrá probar lo contrario, puesto que Baruch Goldstein está muerto y nunca podrá ser examinado por un psiquiatra. Los expertos en criminología consideran que el autor de una carnicería puede ser presa de una locura asesina transitoria, incluso cuando la matanza es premeditada y ejecutada con absoluta frialdad, como la perpetrada el viernes en la mezquita de Hebrón. Sin embargo, la discusión psicológica puede desviar el contexto político, religioso y nacionalista que ha llevado a la explosión de furia asesina de Baruch Goldstein. ¿Cómo se convierte en asesino un hombre acostumbrado a curar heridas y salvar vidas humanas? Cualquier intento de lograr una explicación, más o menos satisfactoria al respecto, exige un cuadro general del conjunto de su situación.Varios portavoces de los asentamientos judíos en los territorios ocupados anticipan la siguiente explicación: Goldstein fue víctima de un "hundimiento psíquico" generado por las terribles presiones a que están sometidos los colonos en los últimos tiempos, expuestos a atentados por parte de los radicales palestinos y abandonados a su suerte por el Gobierno de Rabin.

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El sentimiento de abandono de los colonos es real, pero la explicación no es satisfactoria. Los soldados palestinos que patrullan los territorios ocupados también están expuestos a atentados y, a veces, resultan muertos o heridos. Sin embargo, no se lanzan a provocar matanzas indiscriminadas.

Es imprescindible atender a los antecedentes de Goldstein, a su educación y, sobre todo, al clima social y político que ha respirado desde hace 15 años en el asentamiento de Kiryat Arba.

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Nacido en Estados Unidos, Goldstein fue durante su juventud un ferviente seguidor del rabino radical Meir Kahane y un devoto militante del movimiento ultranacionalista judío Kach, fundado por el rabino racista.

Poco después de que Kahane emigrara a Israel, Goldstein decidió seguirle y fue de los primeros en instalarse en 1979 en Kiryat Arba, punta de lanza de la colonización judía en los territorios ocupados. Goldstein fue elegido representante del Kach en el consejo municipal de Kiryat Arba. La ideología del movimiento Kach es simple: todas las tierras mencionadas en la Biblia pertenecen, por derecho divino, al pueblo judío. Los árabes deben ser desplazados, por su voluntad o a la fuerza. Es indicativo del grado de racismo que pregonaba Kahane el hecho de que propusiera, cuando accedió a la condición de diputado, una ley que prohibiera y castigara las relaciones sexuales entre judíos y no judíos. Baruch combinaba así unas convicciones religiosas profundas con un nacionalismo exacerbado, una mezcla explosiva.

Desde su punto de vista, la presencia judía en la Cisjordania ocupada (Judea y Samaria) era un deseo del Todopoderoso. Para Goldstein, los palestinos no eran sino intrusos, extranjeros a los que se toleraba pero que carecían de cualquier derecho sobre la tierra, aunque hubieran vivido en ella desde hace generaciones. Así, la resistencia de los palestinos a la ocupación israelí -el retorno a la tierra de sus antepasados, para Goldstein-, es una aberración. Es imposible comprender la actitud cotidiana de los colonos judíos hacia sus vecino palestinos sin atender a esta fusión de fe y nacionalismo.

Una reciente conferencia de rabinos llegados de todo el mundo a Israel condenó la política de paz de Rabin, basada en compromisos territoriales. Porque, según la resolución final de la conferencia, el código religioso judío, la Halakha, "prohibe ceder a los no judíos cualquier porción de la tierra que Dios prometió a su pueblo". ShIomo Goren, que fuera gran rabino de Israel y antiguo capellán general del Ejército, acaba de incitar a la desobediencia a los soldados judíos si se les ordena abandonar cualquier asentamiento judío en los territorios ocupados. Existen, desde luego, rabinos proclives al compromiso, pero lo que impera es la ley chovinista, agresiva, totalizadora.

La inmensa mayoría de los 100.000 israelíes instalados en asentamientos judíos, tanto en la franja de Gaza como en la Cisjordania ocupada, están poseidos por una mística en la que se entremezclan el único y verdadero Dios, la tierra prometida a su pueblo elegido y el poderío del Ejército israelí.

De este caldo de cultivo surgen los llamados locos de Jehová, los asesinos fanáticos al estilo de Baruch Go1dstein, de la misma manera que se habla de los locos de Alá, engendrados a partir de Hamás, Hezbolá y otros movimientos integristas y nacionalistas islámicos.

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