Crítica:DANZA

El agua como castigo

El espectáculo Memoria del olvido usa como hilo argumental unos hechos del pasado, de cuando la ocupación nazi en Grecia entre 1941 y 1944. Pero no suena a lejano todo lo que se cuenta sobre el escenario. Al contrario: aún sucede así de brutalmente en muchas partes, y todavía peor. Es un toque de atención a esta sociedad de falsos fastos. Por momentos, hay chispas de emoción que saben a poco, pues Perdikidis tratando de ser discreta y contenida empobrece el resultado tanto en lo estrictamente bailable como en lo teatral.El teatro tiene sus leyes. Cumplirlas o sacarles partido en la creación co...

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El espectáculo Memoria del olvido usa como hilo argumental unos hechos del pasado, de cuando la ocupación nazi en Grecia entre 1941 y 1944. Pero no suena a lejano todo lo que se cuenta sobre el escenario. Al contrario: aún sucede así de brutalmente en muchas partes, y todavía peor. Es un toque de atención a esta sociedad de falsos fastos. Por momentos, hay chispas de emoción que saben a poco, pues Perdikidis tratando de ser discreta y contenida empobrece el resultado tanto en lo estrictamente bailable como en lo teatral.El teatro tiene sus leyes. Cumplirlas o sacarles partido en la creación coreográfica puede garantizar cosas como el desarrollo de los materiales y el ritmo, todo lo que puede hacer más llevadero al espectador una idea tan densa y dificil de sostener. La coreógrafa ha reunido para la ocasión a buenos profesionales, entre los que destacan Teresa Nieto y Fernando Hurtado.

Ziridanza

Memoria del olvido. Coreografía y dirección: Denise Perdikidis. Música: Mariano Díaz. Escenografía: Nikos Alexiou. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Sala Olimpia. Madrid, 22 de diciembre.

La estética es demasiado cercana al Viktor de Pina Bausch (la bandeja de agua, la luz rasante, las diapositivas, la ropa) pero eso hoy es casi natural, hay que admitirlo, y se trata de una semejanza superficial, que no medular en lo artístico. El ejercicio de producción es correcto y atildado, con un prólogo largo. Tampoco resulta feliz la reducción del espacio escénico a un estrecho- rectángulo móvil. Las luces tienen gran peso, y Miguel, Ángel Camacho crea un excelente marco. La sala Olimpia casi se llenó y los aplausos respondieron ante tan humano y valiente tema.

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