Editorial:

Genes y sexo

UN GRUPO de científicos norteamericanos ha dado a conocer el resultado de sus investigaciones, según las cuales la homosexualidad, o mejor, una predisposición en determinados casos de homosexualidad, tendría origen genético. Es decir, respondería a una cierta configuración de un grupo de genes en alguno de los cromosomas que expresan nuestra herencia genética. Dichos cromosomas se encuentran en cada una (le las células que componen nuestro cuerpo, como consecuencia de la duplicación sucesiva de los que Constituyen la dotación original de cada embrión.Dichos resultados parecen confirmar otros e...

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UN GRUPO de científicos norteamericanos ha dado a conocer el resultado de sus investigaciones, según las cuales la homosexualidad, o mejor, una predisposición en determinados casos de homosexualidad, tendría origen genético. Es decir, respondería a una cierta configuración de un grupo de genes en alguno de los cromosomas que expresan nuestra herencia genética. Dichos cromosomas se encuentran en cada una (le las células que componen nuestro cuerpo, como consecuencia de la duplicación sucesiva de los que Constituyen la dotación original de cada embrión.Dichos resultados parecen confirmar otros en el mismo sentido, publicados hace algunos meses, y, como aquéllos, han vuelto a desatar la polémica sobre asunto tan delicado como es el de las tendencias sexuales y su origen. Lo primero que cabe decir es que los resultados son preliminares, como los mismos científicos han advertido, y es preciso profundizar las investigaciones antes de poder concluir definitivamente que hay una relación entre la dotación genética de un individuo, impresa en sus genes desde su nacimiento, y sus tendencias sexuales.

Pero, en caso de ser así, no debe haber motivo de escándalo, ni de indignación, ni, por supuesto, de manipulación maliciosa de los resultados en cuestión. Los científicos cumplen con su obligación investigando la naturaleza de las cosas e intentando comprender las leyes por las que se rige el mundo natural. El conocimiento nunca es nocivo en sí, supone siempre un enriquecimiento intelectual, y lo que cabe exigir a los investigadores es que sus métodos sean rigurosos y los resultados que publican sean fiables, y que cuando los den a conocer no contribuyan, en razón de sus convicciones personales o de su afán de protagonismo, a crear en el público una imagen sesgada o falsa de sus descubrimientos.

En esas condiciones, lo que puede ser nocivo es la utilización de esos conocimientos con fines censurables. Si ciertos casos de homosexualidad tienen un Componente genético, y resulta demostrado más allá (le toda duda razonable, ello será así y no se podrá combatir ese dato de la realidad a partir de una posición ideológica. Pero, tenga una raíz genética o no la tenga, lo que resultará inadmisible es enarbolar cualquiera de las dos alternativas para justificar cualesquiera discriminación de los homosexuales. El ejemplo más evidente y próximo de condicionante genético de la conducta sexual es el propio sexo, que está impreso en los genes de todas las personas desde la misma formación del embrión. Lo cual no puede implicar, en modo alguno, la justificación de discriminaciones por razón del sexo.

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La ley de la gravedad existe, por mucho que a algunos les moleste que los cuerpos tiendan a caer hacia la superficie de la Tierra, atraídos por la misma, en lugar de levitar. Es inútil discutir si hubiera sido más justo que los cuerpos no cayeran, o insistir en que caemos porque queremos, en uso de nuestra libertad, y no porque la gravedad nos afecta. Lo que resultaría inaceptable es utilizar ese fenómeno natural para justificar el que se pueda despeñar a nadie.

Lo que resulta evidente en este caso, como en otros similares relacionados con la herencia genética, y en su posible vinculación con aspectos de la vida de las personas, es que las tentaciones de uso indebido de información confidencial o de manipulación que puedan suscitarse en determinadas personas o colectivos requieren la puesta en vigor de códigos de conducta que sean respetuosos con la libertad y la intimidad de las personas e impidan que se produzcan discriminaciones o perjuicios de cualquier tipo.

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