Crítica:DANZA: ESTIVAL 93 DE VALLADOLID

Por amor al arte

Arropados por una escenografía ideal (en este caso la piedra no resulta dura, sino noble), los cuatro artistas se entregaron a un recital que sólo es posible por amor al arte. Fue ballet al antiguo estilo, con figurados interludios muy, bien escogidos, desde el Vocalise de Rachmaninov hasta algunos movimientos desgajados de sonatas de Prokofiev.La velada de Valladolid inmediatamente hizo pensar en los legendarios recitales de Antonia Mercé, de los Sakaroff, de la propia Anna Pavlova. Todos ellos combinaban el fragmento instrumental de cámara con sus números de baile, hasta conseguir un ...

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Arropados por una escenografía ideal (en este caso la piedra no resulta dura, sino noble), los cuatro artistas se entregaron a un recital que sólo es posible por amor al arte. Fue ballet al antiguo estilo, con figurados interludios muy, bien escogidos, desde el Vocalise de Rachmaninov hasta algunos movimientos desgajados de sonatas de Prokofiev.La velada de Valladolid inmediatamente hizo pensar en los legendarios recitales de Antonia Mercé, de los Sakaroff, de la propia Anna Pavlova. Todos ellos combinaban el fragmento instrumental de cámara con sus números de baile, hasta conseguir un todo artístico. Los más de 700 espectadores que colmaron columnatas y balaustradas, siguieron con atención un programa nada facilón y muy exigente en su prisma estético.

Musiche e danza per amici

Las Siffides (Paso a dos): Fokin / Chopin; Petrushka (Solo): Panov Stravinski; El Cisne: Fokin / Saint-Saëns; Pulcinella (Paso a dos): Cullberg Stravinski; Danza rusa: PetipaPanov / Chaicovski; Au bord du precipice: Páley / Metheny. Bailarines: Toni Candeloro y Galina Panova; piano: Vovka Ashkenazy; violín: Alessandro Faginoli. Estival 93. Patio del Palacio de Santa Cruz, Valladolid. 15 de julio.

Galina Panova y Toni Candeloro, primeros bailarines de la ópera de Bonn (ya triunfaron en Sevilla dentro de la gala Petipa el pasado 22 de junio con su soberbia recreación de L'Arlequinade), dieron en el patio vallisoletano muestras de profesionalidad y amplio diapasón. Ella posee una técnica madura, espléndida en registro y adaptación musical; sus puntas no se oyen jamás (ese privilegio de la buena ballerina) y entre otros regalos calificables de raros hay que mencionar su versión de: El Cisne (que no La muerte del cisne, un invento posterior). Fidelísima al original, no hay efectos de brazos spaguetti ni saltitos nerviosos: hay esencia fokiniana en una pieza que ha sido manipulada hasta el absurdo. La arquitectura corporal de Galina, última representante en activo de una brillante generación del Kirov de San Petersburgo, se aviene a las proporciones de antaño, lo que en cierto sentido facilita las cosas en cuanto al estilo. Por su parte, Candeloro brilló en su fragmento de Petrushka, creado a su medida por Valerí Panov sobre los elementos mímico-funcionales y dramáticos del original; y aún se lució más en el intenso solo que creara Alvin Ailey para Patrick Dupond y que el italiano recrea con genio y plasticidad dentro de su compleja ejecución.

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