Crítica:ROCK

El señor de la flauta

Jethro Tull celebra en carretera 25 años de dedicación profesional. Bajo la dirección personal de lan Anderson, la histórica banda británica vivió su esplendor durante los setenta gracias a discos que marcaron época, como fue el caso de Aqualung o Thick as a brick. En su origen, lo que estaba destinado a ser una banda de blues terminó por convertirse en una vía intermedia entre el folk y el rock, que aportaba brillantes resultados.Es tiempo de hacer balance, y para ello conviene remontarse hacia atrás, puesto que las últimas obras resultan decepcionantes, carentes de inspiración....

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Jethro Tull celebra en carretera 25 años de dedicación profesional. Bajo la dirección personal de lan Anderson, la histórica banda británica vivió su esplendor durante los setenta gracias a discos que marcaron época, como fue el caso de Aqualung o Thick as a brick. En su origen, lo que estaba destinado a ser una banda de blues terminó por convertirse en una vía intermedia entre el folk y el rock, que aportaba brillantes resultados.Es tiempo de hacer balance, y para ello conviene remontarse hacia atrás, puesto que las últimas obras resultan decepcionantes, carentes de inspiración. Evidentemente, los asistentes a la primera de sus dos noches madrileñas acudieron con la mente puesta en aquellas canciones punteras de hace dos décadas. Si bien es cierto que su esquema musical resulta, hoy por hoy, rancio y anacrónico, la sensación de contemplar a una banda madura, relajada y segura de sí misma compensó lo arcaico de su propuesta.

Jethro Tull

Ian Anderson (voz, flauta, armónica), Martin Barre (guitarra), Dave Pegg (bajo), Doanne Perry (batería), Andy Giddins (teclados). 1.500 espectadores. Precio: 3.000 pesetas. Universal Sur. Madrid, 15 de julio.

El viejo mago Ian Anderson esta cómodo. Su voz acusa el paso del tiempo, pero todavía es capaz de soltar la patada al aire, de efectuar algún aislado salto gimnástico o marcar estampa con la flauta en alto. Sus acompañantes ofrecen un cuadro avejentado, pero poco puede importar su aspecto frente a la extraordinaria factura interpretativa. El batería Doanne Perry hizo un trabajo espléndido y el guitarrista Martin Barre también lució su categoría. Durante las dos horas de actuación, el público nunca estalló en entusiasmo, pero se apreciaban muchos rostros sonrientes. Es la satisfacción de quien disfruta interiormente. Jethro Tull aplicó toda la sabiduría acumulada durante 25 años, sin más pretensión que la de entretener a la audiencia con una apretada antología de su mejor repertorio. El objetivo se cumplió con creces.

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