Algo más que una sonnsa

Carmen Alborch ha sido alegre, sonriente y dicharachera desde bien pequeña, desde sus años de infancia en Castelló de Rugat, un pueblecito de la montaña valenciana. Sus detractores sostienen que la nueva ministra de Cultura es poco más que una atractiva relaciones públicas, una sonrisa al servicio de la promoción del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).Aunque indudablemente haya aprovechado su simpatía para convertir un "museo de pueblo" -como algunos doctos ilustrados definieron los primeros compases del IVAM- en un centro de prestigio internacional, la trayectoria de Carmen Alborch e...

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Carmen Alborch ha sido alegre, sonriente y dicharachera desde bien pequeña, desde sus años de infancia en Castelló de Rugat, un pueblecito de la montaña valenciana. Sus detractores sostienen que la nueva ministra de Cultura es poco más que una atractiva relaciones públicas, una sonrisa al servicio de la promoción del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).Aunque indudablemente haya aprovechado su simpatía para convertir un "museo de pueblo" -como algunos doctos ilustrados definieron los primeros compases del IVAM- en un centro de prestigio internacional, la trayectoria de Carmen Alborch está muy alejada de esa imagen frívola e iconoclasta que esta valenciana de 45 años ofrece al exterior.

Profesora de Derecho Mercantil, decana de la Facultad de Derecho de Valencia durante años, prestigiosa abogada y galerista de arte constituían algunos de los rasgos que Alborch aportaba a su biografía al colocarse al frente del IVAM en 1989. Después del respaldo unánime que la crítica y centenares de miles de visitantes han concedido al IVAM, Carmen Alborch pudo respirar tranquila. Los hechos demostraban que la directora del centro de arte valenciano era algo más que "la sonrisa del IVAM".Aire mediterráneo

La compleja personalidad de la nueva ministra de Cultura dio sus frutos. Nacionalista -habla valenciano y castellano indistintamente-, pero también cosmopolita; heterodoxa, pero disciplinada; enamorada de las plazas del Mediterráneo, pero admiradora de la cultura de Estados Unidos; no resulta fácil encuadrar a esta rabiosa independiente que confiesa estar orgullosa de participar en un Gobierno de Felipe González. Sin duda alguna, Carmen Alborch aportará algo de aire fresco mediterráneo a un Ejecutivo de tecnócratas con caras de preocupación y aburrimiento.

Desde sus responsabilidades académicas y culturales Alborch apostó por una Valencia alejada de los tópicos y de las definiciones a base de arroz y de naranjas. Empeñada en convertir su ciudad en un punto imprescindible en los circuitos culturales la directora del IVAM aglutinó a su alrededor a lo mejor de las vanguardias y de los movimientos innovadores.

Aficionada al cine y al teatro, apasionada de las artes plásticas y espectadora habitual de todo tipo de conciertos, desde los clásicos al rock, la elección de Carmen Alborch no resulta casual más allá de los equilibrios políticos o las renovaciones prometidas. Siempre ha confesado la nueva ministra de Cultura que su mayor vicio era viajar. Ahora comienza su viaje más difícil. El que la ha llevado a aterrizar en el sillón del Ministerio de Cultura.

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