Refinamiento

Las nubes que se anunciaban en el horizonte -y no precisamente el de Aton- distaron mucho de ensombrecer un reinado que se proclama con los mejores auspicios de la prosperidad. El florecimiento de las artes muestra el apogeo de una sociedad ultrarrefinada, mientras se sucede en todo Egipto un auge en la construcción que sólo se explica mediante la confianza absoluta en el poder real. Impresiona la lista de construcciones emprendidas por Amenhotep en sus 38 años de reinado y algunas de las cuales fueron usurpadas por Ramsés II, en la dinastía siguiente.De la magnitud de tales construcciones dan...

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Las nubes que se anunciaban en el horizonte -y no precisamente el de Aton- distaron mucho de ensombrecer un reinado que se proclama con los mejores auspicios de la prosperidad. El florecimiento de las artes muestra el apogeo de una sociedad ultrarrefinada, mientras se sucede en todo Egipto un auge en la construcción que sólo se explica mediante la confianza absoluta en el poder real. Impresiona la lista de construcciones emprendidas por Amenhotep en sus 38 años de reinado y algunas de las cuales fueron usurpadas por Ramsés II, en la dinastía siguiente.De la magnitud de tales construcciones dan buena muestra los colosos de Memnon... o lo que hoy conocemos como tales, pues es sabido que su nombre se debe a un equívoco de los viajeros griegos que los asociaron con el héroe Menmon, hijo de la Aurora, a causa de la melodía que el viento arrancaba a las hendiduras de la piedra. Pero en realidad son dos colosos que representan la majestad sedente de Amenhotep III presidiendo los pilonos de su templo funerario.

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Este "templo de millones de años", hecho a semejanza de otros edificados entre el Valle del Nilo y las primeras rocas de las necrópolis, representaba la morada terrenal del alma del faraón, cuando su cuerpo ya reposaba en su siringa del Valle de los Reyes. De su magnificencia sólo quedan en pie los dos colosos.

El pasado cotidiano

Aunque la exposición del Grand Palais rescate valiosos fragmentos de construcciones desperdigadas a lo largo del Nilo hasta los confines de Nubla, la memoria de Amenhotep III irá siempre ligada a las imponentes reformas efectuadas en el Opet de Amon en Luxor, sin Iugar a dudas las partes más bellas del santuario. Es inevitable que la memoria poética nos devuelva a una figura estrechamente ligada a aquellas obras: se trata de Amenhotep Hijo de Apu, representado en actitud de escriba. Es la estatua más conocida del arquitecto principal de Amenhotep III, el hombre a quien el faraón cubrió con los más altos rangos, y el pueblo convirtió en divinidad, como siglos atrás había hecho con Imhotep, arquitecto del faraón Djoser.

Teniendo en cuenta que la historia egipcia no abunda en casos de personajes divinizados, estos dos arquitectos importan como ejemplos del alto concepto en que aquella sociedad tenía al artesano.

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