Checkpoint Paraíso

No eran muchos. En el momento de mayor asistencia pudieron concentrarse unos 10.000, aunque en la pequeña Bonn siempre se notan mucho más. O, tal vez, era la presencia policial la que les hacía parecer más numerosos. De hecho, daba la impresión de que había más policías que manifestantes. En el centro de la Adenauerallee, la arteria principal de Bonn, frente al nuevo Museo de Arte Contemporáneo y en la desembocadura de la Heussallee, la calle que desemboca en el Bundestag (Parlamento), habían instalado una réplica del desaparecido muro de Berlín, con torreta de vigilanciá incluida, y un letrer...

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No eran muchos. En el momento de mayor asistencia pudieron concentrarse unos 10.000, aunque en la pequeña Bonn siempre se notan mucho más. O, tal vez, era la presencia policial la que les hacía parecer más numerosos. De hecho, daba la impresión de que había más policías que manifestantes. En el centro de la Adenauerallee, la arteria principal de Bonn, frente al nuevo Museo de Arte Contemporáneo y en la desembocadura de la Heussallee, la calle que desemboca en el Bundestag (Parlamento), habían instalado una réplica del desaparecido muro de Berlín, con torreta de vigilanciá incluida, y un letrero que indicaba: "Checkpoint Paraíso. Control de Pasaportes".El día amaneció soleado y caluroso. Los helicópteros se adueñaron del cielo y su ruido ya no abandonó la ciudad en todo el día. Había que madrugar para cerrar el paso a los diputados. Por eso, las anécdotas más curiosas de este insólito día en Bonn tuvieron lugar a primeras horas de la mañana. Por la tarde el calor ya había hecho suficientes estragos como para que el cansancio empezara a dispersar la fiesta.

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Noche al acecho

Una buena parte de los manifestantes había incluso pasado la noche agazapada en los alrededores del barrio gubernamental. Antes de las ocho, unas 5.000 personas formaron una cadena humana en torno al barrio gubernamental, justo en los límites de la zona restringida impuesta por la policía, que había rodeado el recinto con alambradas y barreras de todo tipo. Los grupúsculos anarquistas y troskistas más violentos, entre los que se encontraban algunos puñados de los temidos autonomen, tipos duros, vestidos de negro y enmascarados, veteranos de muchos enfrentamientos con la policía, se dedicaron con fruición a asustar a los pocos funcionarios que, montados en sus bicicletas, intentaban acceder a sus lugares de trabajo. Unos pocos diputados que pretendían de esta manera acercarse al Bundestag fueron descubiertos y empujados, y otros rociados con pinturas de colores.

Mientras tanto, la policía había organizado un sistema de transporte paralelo para llegar a la sede del Parlamento. Dado que éste se encuentra frente al Rin, la solución evidente llegaba por agua. En la otra orilla, en un embarcadero del barrio de Beuel, una serie de barcazas esperaban a los representantes del pueblo para cruzar el río. Otros llegaron por aire, en helicópteros del Ejército que aterrizaban en una explanada frente al Rin, y unos pocos, muy conscientes de su deber, madrugaron de manera que ya se encontraban en sus despachos antes de que los manifestantes cerraran el recinto.

Hubo pocas víctimas; casi ninguna. La más notoria fue el marido de la ministra de la Vivienda, Irmgard Schwätzer, el periodista Udo Philips, una de las caras más famosas de la cadena de televisión SAT 1, que sangraba por la nariz tras recibir un puñetazo de uno de los manifestantes que le reconoció cuando intentaba cruzar las líneas.

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