Tribuna:

El vientre de París

El vientre de París, hasta 1969, se alojó en el centro de la capital; era el paraje llamado aún Les Halles; era la cita nocturna, diaria, de todos los alimentos, productos y condimentos de la Francia profunda y de mares aledaños, llegados a París como avío de estómagos y deseos; en tal espacio se amontonaban, noche tras noche, cientos de toneladas de zanahorias, ostras, pimientos, carne, leche..., que eran también decorado del escenario frecuentado por noctámbulos profesionales, ociosos de toda catadura, turistas maravillados, mujeres de mala vida, familias degustadoras de la clásica so...

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El vientre de París, hasta 1969, se alojó en el centro de la capital; era el paraje llamado aún Les Halles; era la cita nocturna, diaria, de todos los alimentos, productos y condimentos de la Francia profunda y de mares aledaños, llegados a París como avío de estómagos y deseos; en tal espacio se amontonaban, noche tras noche, cientos de toneladas de zanahorias, ostras, pimientos, carne, leche..., que eran también decorado del escenario frecuentado por noctámbulos profesionales, ociosos de toda catadura, turistas maravillados, mujeres de mala vida, familias degustadoras de la clásica sopa de cebolla de después del teatro, y más y más.Desde entonces, El vientre, modernizado para liberar a París de ratas y porquería, se asentó en Rungis, a unos 14 kilómetros de la urbe. Aquí están expuestos todos los afanes de los pescaderos, y las frutas y legumbres de los agricultores que revientan de ira contra Dios y la política agrícola comunitaria, y contra los socialistas que agotan las heces del poder, y contra la oposición que será gobierno a partir de la semana entrante y que petará con los hombres del mar y de la tierra que desearían prender fuego a la PAC (política agrícola común).

Rungis, a partir de la una de la madrugada, comienza a despertar; las luces de hangares y depósitos inmensos se encienden; los camioneros arriban; los 33 restaurantes abren; mayoristas, chefs y tenderos de talla ciudadana animan la ciudad-vientre, aséptica y fascinante. Hasta aquí llegaron el otro día los pescadores y destrozaron cajas, escaparates gigantescos, aplastaron pececillos y se ciscaron en todo, "porque la competencia internacional ha creado otro mercado; yo compro salmón más barato en Noruega y ¿qué puedo hacer por los pescadores bretones?; además, el pescador auténtico no viene aquí a protestar y romper"; quien declara es monsieur Steoler, de la Maison Prunel. Y sigue: "El problema de los pescadores y agricultores no es de derechas o de izquierdas; hay problemas porque hay que afrontar el comercio internacional, y se acabó".

El propietario de La Marée es rotundo: "En Francia se cuenta siempre un suceso revelador sobre el mundo de la agricultura y que nunca perdió significado. El médico fue a visitar a una embarazada y anunció al marido: 'Todo va con normalidad, y su hijo será agricultor, porque ya se queja en el vientre de su madre". En Rungis, para los negociantes e intermediarios mil de sardinas y puerros, los agricultores y pescadores son carne de cañón del desarrollo y de la liberalización del comercio: "El que gana, en definitiva, es el consumidor, porque aquí se compra más barato", testimonia un camionero tremendo. Pero nada acabó, porque Chirac aún no es presidente de la República, tal como él y los suyos lo planean. Y tendrá que contar con patatas y quisquillas. Pero la PAC está firmada por Francia.

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