OLIVENZA

Gran escándalo

La corrida en la que Espartaco iniciaba su temporada acabó en gran escándalo por culpa de los toros. Seis inválidos, una auténtica vergüenza para la cabaña brava. Bien presentados, pero sin un ápice de fuerza, de casta ni codicia. Ninguno de los seis se mantuvo en pie. Ninguno fue picado. Seis pobrecitos inválidos y tontos, para sonrojo del ganadero y enfado del público.De este modo, cuando Ponce terminaba su labor en el sexto entre un mar de botellas y latas de refrescos (almohadillas sólo había una porque costaban 300 pesetas), un espectador le dijo: "Qué fácil es torear cuando no hay enemig...

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La corrida en la que Espartaco iniciaba su temporada acabó en gran escándalo por culpa de los toros. Seis inválidos, una auténtica vergüenza para la cabaña brava. Bien presentados, pero sin un ápice de fuerza, de casta ni codicia. Ninguno de los seis se mantuvo en pie. Ninguno fue picado. Seis pobrecitos inválidos y tontos, para sonrojo del ganadero y enfado del público.De este modo, cuando Ponce terminaba su labor en el sexto entre un mar de botellas y latas de refrescos (almohadillas sólo había una porque costaban 300 pesetas), un espectador le dijo: "Qué fácil es torear cuando no hay enemigo". Ponce buscó con la mirada al aficionado, que no hacía más que recoger una impresión generalizada y acertada.

Rojas / Espartaco, Rincón, Ponce

Toros de Gabriel Rojas, inválidos y descastados,Espartaco: ovación; palmas. César Rincón: ovación en los dos. Enrique Ponce: ovación; palmas. Plaza de Olivenza (Badajoz), 7 de marzo. Lleno.

Lo peor, los toros, pero también las figuras, que exigen el toro tonto y, después, pasa lo que pasa. El público quiere diversión, pero no admite el fraude. Por eso, los muchos espectadores que acudieron a Olivenza no prestaron el más mínimo interés a las tres Figuras punteras del escalafón. Lo que hacían no tenía la más mínima importancia.

La broma de mal gusto ya comenzó en el primero, en el que el poderío de Espartaco fue incapaz de acallar los murmullos de quienes sabían que aquel animal era una cabra; siguió con un acelerado Rincón, y pareció que el desastre se recomponía con los fáciles adornos de Ponce. Pero, nada. El cuarto se lesionó y el público dijo basta. Abroncó al presidente y éste no sabía dónde meterse. Espartaco, sobrado como siempre, tampoco. El quinto no interesó a nadie. Su precavido matador, menos. Se pidió la devolución del sexto, el presidente no accedió y se consumó el escándalo. Ponce quiso torear, pero tuvo que sortear botellas, más peligrosas que su toro.

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