Crítica:

Lirismo sensual

Distintos comentaristas de la obra de Darío Urzay (Bilbao, 1958) se han referido, al hablar de su trabajo, combinación de romanticismo y artificio, a la obra del alemán Gerhard Richter, cuyas abstracciones, según Stefan Germer, no pueden ser descritas utilizando categorías psicológicas como gesto o expresión ni tampoco con términos teológicos como revelación o trascendencia. Y es verdad que los últimos cuadros de Urzay no pueden ser explicados ni como fruto de la subjetividad de su creador ni como representación de una realidad que trasciende la imagen ante la que nos encontramos.El énfasis en...

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Distintos comentaristas de la obra de Darío Urzay (Bilbao, 1958) se han referido, al hablar de su trabajo, combinación de romanticismo y artificio, a la obra del alemán Gerhard Richter, cuyas abstracciones, según Stefan Germer, no pueden ser descritas utilizando categorías psicológicas como gesto o expresión ni tampoco con términos teológicos como revelación o trascendencia. Y es verdad que los últimos cuadros de Urzay no pueden ser explicados ni como fruto de la subjetividad de su creador ni como representación de una realidad que trasciende la imagen ante la que nos encontramos.El énfasis en la obra de Urzay se halla en su proceso originador, y sus pinturas, de un lirismo sensual arrebatador, son también fruto de la ironía. La obra de Urzay parecía, a finales de los ochenta, y a primera vista, una mera continuación del expresionismo abstracto, pero ya iba más allá de un intento de plasmación en el tiempo de una actuación personal e irrepetible, y para eliminar dudas el artista dibujaba una gran huella dactilar sobre la superficie total del cuadro. Ahora, la forma en que desparrama pigmentos y barnices transparentes, en estado líquido, sobre lienzos en posición horizontal y estampados de camuflaje, produce contrapuntos aleatorios de imágenes, trazos y colores que emulan ciertos logros de las vanguardias históricas, pero que obviamente son otra cosa.

Darío Urzay

Galería Fernando Alcolea. Plaza de Sant Grégori Taumaturg, 7.Barcelona. Hasta el 10 de abril.

Las últimas pinturas de Urzay nos presentan un mundo indeterminado, orgánico y artificial al mismo tiempo. Se trata de imágenes contradictorias, luces desenfocadas y cristales en estado líquido que sugieren significados interrumpidos en el momento mismo de su percepción.

La belleza de la obra de Urzay, de un cromatismo exuberante, nos invita a la contemplación extasiática, pero eludiendo soluciones concretas. No nos ofrece ni paisajes mentales esteticistas ni especulaciones metalingüísticas, sino más bien, y en palabras de Rober Lugar, una crítica del lenguaje y de la ideología.

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