Un diluvio de bombas 'niega' el alto el fuego

Intensos combates junto a la histórica ciudad musuhnana de Travnik

ENVIADO ESPECIAL El general francés Phillipe Morillon, comandante en jefe de las Fuerzas de la ONU, no da todavía por fracasado el alto el fuego firmado hace una semana en Bosnia. Pero los defensores de Turbe, una aldea al norte de Travnik abandonada en la huida por todos sus habitantes, ya ni sonríen cuando se les comentan estas operaciones diplomáticas. Desde hace ¿lías, la cadencia de fuego de los cañones y morteros serbios es de apenas unas decenas de segundos. Antes de que terminen de llover sobre el suelo los cascotes lanzados al aire por el impacto de una bomba, estalla la siguiente. Ay...

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ENVIADO ESPECIAL El general francés Phillipe Morillon, comandante en jefe de las Fuerzas de la ONU, no da todavía por fracasado el alto el fuego firmado hace una semana en Bosnia. Pero los defensores de Turbe, una aldea al norte de Travnik abandonada en la huida por todos sus habitantes, ya ni sonríen cuando se les comentan estas operaciones diplomáticas. Desde hace ¿lías, la cadencia de fuego de los cañones y morteros serbios es de apenas unas decenas de segundos. Antes de que terminen de llover sobre el suelo los cascotes lanzados al aire por el impacto de una bomba, estalla la siguiente. Ayer, además, diluviaba.

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La infantería serbia se halla ya en la margen izquierda del río Lasva a 300 metros de las posiciones defendidas por soldados croatas y musulmanes. No ataca. Espera. Mientras, su artillería machaca sin cesar la estrecha lengua de territorio que mantienen en su poder las fuerzas bosnias. Como en Vukovar, en Croacia, como en tantos otros asedios, la infantería serbia no ataca."Prefiere esperar lejos del alcance de las pobres armas del enemigo. Porque cuando se registran combates en los que no pueden utilizar su superioridad, les dan bien los croatas y los bosnios. Pierden hombres y material", decía ayer un oficial británico recién llegado de la batalla de Maglaj, donde croatas y musulmanes infligen graves pérdidas estos días al ejército de Radovan Karadzic, apoyado por artillería y carros de combate.

El corredor de Turbe a Travnik transcurre por el estrecho valle del Lasva que también baña esta bellísima ciudad que fuera residencia del visir de Bosnia bajo el imperio otomano, que el croata Ivo Andric, Premio Nobel de Literatura nacido allí, evoca con brillantez y cariño en sus novelas.

Las numerosas ruinas que fianquean la carretera demuestran lo que en Travnik ya saben hasta los niños. Es decir, que Turbe está perdida y que pronto comenzará el auténtico asedio de la histórica ciudad musulmana, cuyo preludio son los intermitentes bombardeos sobre el centro.

Las tragedias personales en Travnik son las mismas que se han repetido en toda la región de Bosnia-Herzegovina hasta la saciedad de Occidente en atrocidades. Los refugiados, en hospitales o hacinados en condiciones de insalubridad ya más que insoportables, trágicas, cuentan sus historias ya sin excitarse ni llorar como sucedía hace unos meses.

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Una madre de 30 años cuenta cómo dispararon cuando corría con sus tres hijos. Mataron a dos de ellos y al menor le destrozaron las piernas. A ella misma la violaron y después le pegaron tres tiros en el muslo. Así, sin más explicación. Lo cuenta ya sin emoción, como si todo hubiera sido un accidente de tráfico. ¿Por qué hicieron eso los soldados serbios? Lógico. Esmusulmana.

Mezquitas arrasadas

Junto a la espectacular Sarena Dzamija, la "mezquita bordada", llamada así por sus deliciosos arabescos en paredes y frisos, dos ancianos en un carro tirado por una vieja mula y con una vaca atada en la parte de detrás, lucha con el viento para extender una lona sobre lo que, aparte de cuatro nietos, les queda en el mundo: unas colchas, unas mantas, dos colchones y un viejo fogón de hierro fundido que nadie sabe como pudieron cargar.

Ella, con su cabeza cubierta por el típico pañuelo multicolor, sus pantalones bombachos y unas diminutas gafas, da las órdenes. Antes de que encuentren algún sitio para instalar el fogón, la mezquita puede haber desaparecido como decenas, si no centenares, en toda Bosnia. En Prijedor, las cuatro mezquitas han sido convertidas en solares o aparcamientos, y pronto Radovan Karadzic, el líder de los serbios de Bosnia-Herzegovina, negará que nunca allí hubiera vivido musulmán alguno.

En Turbe, los soldados escuchaban ayer sin sorpresa que el Consejo de Seguridad ni siquiera había tratado el levantamiento del embargo de armas impuesto sobre todas las repúblicas de la antigua Yugoslavia, pero que sólo afecta a las víctimas. Occidente hoy pretende que en Bosnia es mejor para la paz que una parte cuente con todas las armas fabricadas y almacenadas por la antigua Yugoslavia para una guerra contra un enemigo exterior y la otra parte, con manos vacías, tenga que gastar lo poco que tiene en pagar rifles.

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