Crítica:TEATRO

Expresiones de público y autor

Terminada la obra, bien aplaudida la representación, salió el autor a escena y se produjo un pateo bronco y algún grito de protesta. No entiendo su razón. Es una costumbre perdida; la obra no lo merece aunque pueda no gustar; no contiene ningún escándalo. Por eso lo comprendo mal, y no me pareció espontáneo. Oí versiones: que la gente joven del teatro aplaudía a los suyos pero rechazaba a quien no considera el teatro; que percibían un calco de la situación vasca; que repudiaban una ambigüedad política; en fin, que les fastidiaba, a ese grupo, Fernando Savater de una manera general. Terminaba u...

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Terminada la obra, bien aplaudida la representación, salió el autor a escena y se produjo un pateo bronco y algún grito de protesta. No entiendo su razón. Es una costumbre perdida; la obra no lo merece aunque pueda no gustar; no contiene ningún escándalo. Por eso lo comprendo mal, y no me pareció espontáneo. Oí versiones: que la gente joven del teatro aplaudía a los suyos pero rechazaba a quien no considera el teatro; que percibían un calco de la situación vasca; que repudiaban una ambigüedad política; en fin, que les fastidiaba, a ese grupo, Fernando Savater de una manera general. Terminaba una breve noche -la obra: una hora-, que había comenzado con expectación y fotógrafos alerta, desde un público de clase -en torno, por ejemplo, a Pastora Vega- hasta estos rebeldes. Estaré ya un poco embotado, ateatrado -como se dice, atorado-, pero no, percibo tantas cosas, o no estoy alerta a las encrucijadas. Entendí que hay en esta obra unos debates: entre la guerra y la paz, entre la incomprensión humana, entre el amor y la patria. Los personajes están cargados de razones, no son buenos ni malos; ni hay una civilización mejor que otra; lo expresan bien, con la buena escritura que es propia de Savater, con una ironía a veces y una lírica otras, sin mucho ánimo de realidad: ni se pretende en un decorado sencillo, pero simbólico y enorme, ni en unos personajes pintados de colores, ni siquiera en esta palabra que a veces es discurso, monólogo; y cuando es diálogo, es también literario. Una excelente manera de hablar, si bien las normas del teatro, o las costumbres, o lo habitual, no están allí. En el teatro teatro, por ejemplo, cuando un personaje molesta para que otros hablen solas se le manda a un recado, él mismo recuerda repentinamente una cosa y se va; otros salen al jardín para dejar en escena a los que conviene. Aquí, entre el texto de Savater y la dirección de María Ruiz, cuando tiene que pasar algo de eso se van, sencillamente, por un lateral o salen por otro, se apagan o se encienden las luces: se presentan y hablan. Puede que sea pobre desde un punto de vista escénico; personalmente, no siento ninguna indignación cuando ocurre así.

Guerrero en casa

Fernando Savater. Intérpretes: Eusebio Poncela, Pastora Vega, Jesús Castejón, Félix Rotaeta, Juan Calot, Enrique Menéndez, Modesto Fernández. Escenografía y vestuario: Juan Carlos Savater. Dirección: María Ruiz. Teatro Infanta Isabel, 10 de septiembre.

La ambigüedad: yo siento más o menos la misma ante ciertos grandes temas; y la estafa de la guerra, y los colores, si bien cada día tengo más creencia entre buenos y malos; no sé si porque yo cambio o porque la sociedad se polariza cada vez más. Sobre el Descubrimiento tengo puntos de vista más negativos que los del autor, aunque me parece encontrar que éste es más favorable al renegado que centra la obra -excelente Eusebio Poncela- y por los indios que por aquellos es pañoles. No deduzco que sea un problema entre abertzales y españolistas; si lo dedujera, tampoco me molestaría, mas que por una razón: si quiere opinar en el teatro sobre esa dialéctica, lo puede hacer directamente, sin metáforas.

En resumen: es una obra que puede gustar a los que prefieren el teatro de texto, que pueden aceptar o discutir algunas de sus ideas; como puede fastidiar Savater o producir adicciones en la forma y el fondo de toda su obra y en las transformaciones de pensamiento que ésta ha tenido a lo largo de los años. Su densidad no da tiempo al aburrimiento del iletrado. Y no comprendo bien la ruidosa protesta, mas que por razones de política teatral o general o personal, que también tienen derecho a ser expresadas por el público, como antes.

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