En busca del Iiderazgo perdido

La pérdida de competitividad de la economía norteamericana abre el debate sobre la necesidad de una política industrial

La recesión ha terminado. Pero los síntomas de recuperación no logran disipar el temor que comparten empresarios y economistas: la economía norteamericana ha perdido su liderazgo en el mundo. Estados Unidos mira con miedo a sus competidores: Europa Occidental y, sobre todo y hasta un punto obsesivo, Japón. Algunos economistas piensan que quizá ha llegado la hora de poner fin al Laissez-faire, que en su forma más pura llevó a los excesos de los ochenta, para poner en marcha una política industrial que mejore la competitividad de sus industrias, del mismo modo que lo hace el MITI (Ministerio de ...

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La recesión ha terminado. Pero los síntomas de recuperación no logran disipar el temor que comparten empresarios y economistas: la economía norteamericana ha perdido su liderazgo en el mundo. Estados Unidos mira con miedo a sus competidores: Europa Occidental y, sobre todo y hasta un punto obsesivo, Japón. Algunos economistas piensan que quizá ha llegado la hora de poner fin al Laissez-faire, que en su forma más pura llevó a los excesos de los ochenta, para poner en marcha una política industrial que mejore la competitividad de sus industrias, del mismo modo que lo hace el MITI (Ministerio de Industria japonés). Para algunos empresarios, hablar de intervención del Estado es como mentar al diablo, para otros, los más expuestos a la competencia nipona, es una propuesta razonable. Así se desprende de varias opiniones de expertos y empresarios recogidas por este periódico.

Algunos prefieren llamarla política tecnológica o para el crecimiento, pero empresarios y economistas coinciden en que es necesario hacer algo para devolver a la economía norteamericana su fortaleza. Pese a los mejores datos, la recuperación es excesivamente débil. El producto interior bruto creció tan sólo un 2% de enero a marzo frente, por ejemplo, al 5,5% del trimestre posterior a la recesión de 1982.Los 18 meses de anemia económica que acaba de padecer Estados Unidos -el periodo recesivo más largo desde la depresión de 1930- han sido la culminación de varios años de una lenta, degradación: el debilitamiento de importantes industrias (automóvil y electrónica); un endeudamiento -tanto público como privado- desenfrenado; estancamiento de los niveles de vida -los salarios reales no han crecido en los últimos doce años y el desempleo alcanza al 7,4% de la población activa- y, sobre todo, una preocupante pérdida de la competitividad provocada por la escasa inversión en investigación (Japón invierte más en términos absolutos que EE UU, cuando su economía es un tercio de la norteamericana), además del estancamiento de la productividad frente a otros países.

La solución para algunos, como John Cregan, presidente del Consejo Industrial y Empresarial, que agrupa a 1.500 ejecutivos, está en acercar el capitalismo norteamericano al japonés. "Tenemos que competir en las mismas condiciones. Al igual que el MITI ayuda a las empresas japonesas, el Gobierno debería apoyar a nuestras industrias permitiendo una mayor concentración entre empresas y destinando más fondos para la investigación y el desarrollo, por ejemplo", dice Cregan. "Hay que acabar con quienes defienden que hacer chips para los computadores es lo mismo que hacer patatas chips".

Muchos de los grupos de presión que representan a empresarios conservadores suscriben la visión de Cregan hoy. Así, el ultraliberalismo de Milton Friedman, tan defendido en los buenos tiempos de Reagan por estos mismos empresarios, está siendo ahora, en tiempos de vacas flacas, duramente criticado.

Mito del 'cow-boy'

En Sillicon Valley (California), el corazón de la industria electrónica mas avanzada de Estados Unidos, hasta hace poco se cultivaba el mito del cow-boy que no necesita a nadie para triunfar. Ahora y tras varios años de perder cuota de mercado frente a los japoneses, los ejecutivos de las compañías piden ayuda al Gobierno. En 1975, los norteamericanos abastecían cerca del 80% de la demanda mundial de semi-conductores, el filón de oro de la electrónica avanzada, mientras que los japoneses apenas llegaban al 10%. En 1990, esta relación se ha invertido y los japoneses han alcanzado una cuota de mercado en torno al 52% mientras que la de EE UU se ha reducido al 36%, según datos de la Asociación de la Industria de los Semi-conductores (SIA), que agrupa a 35.000 compañías.La SIA cree que es necesario promover las alianzas entre empresas para el desarrollo de nuevas tecnologías y apoyan la retirada de las leyes antimonopolios que impiden las concentraciones.

"El coste de cualquier proyecto de investigación en esta industria ha aumentado tanto que es imposible innovar sin colaborar", explica el profesor Richard Gordon, director del Grupo de Investigación del Sillicon Valley, quien pide exenciones fiscales en las inversiones para la investigación, En los ochenta el 60% del presupuesto dedicado a Investigación más Desarrollo (I+D) ha ido a parar a programas de defensa mientras que lo civil se ha visto relegado. Esto, según Gordon, ha provocado, una grave pérdida de competitividad. "Japón dedica muchos más fondos a este apartado y el sector privado tiene una estrecha colaboración con el público", señala.

Frente a las peticiones de ayuda de algunas asociaciones empresariales, hay compañías que descartan tal posibilidad. PPG, una de las mayores empresas de cristales y resinas del país con base en la industrial ciudad de Pittsburgh (Pennsylvania), es radicalmente contraria a recibir cualquier tipo de apoyo por parte del Estado. "Cuanto menos intervengan, mejor", dice uno de sus directivos. Esta desconfianza es compartida por las grandes empresas petrolíferas, cuya producción ha caído a los niveles más bajos de los últimos 30 años desde que el Gobierno ha intervenido -por cuestiones medioambientales- en el sector.

Robert Kuttner, autor de varios libros sobre el fin del Laissez-faire en EE UU, señala que entre la clase empresarial norteamericana hay todavía una fuerte tradición liberal y que ven con sospecha cualquier iniciativa pública. Kuttner destaca también que la puesta en marcha de una política industrial "no debería sorprender a nadie puesto que el "Gobierno ha practicado una soterrada política industrial que ha apoyado a las industrias relacionadas con la defensa". Y añade: "ha sido el caso de la McDonnel Douglas y Boeing, que tenían un número de contratos fijo con el Gobierno. En el recién resuelto contencioso con el consorcio europeo Airbus -al que EE UU atacaba por beneficiarse directamente de subsidios-, surgía precisamente esta cuestión".

"Lo importante es transformar esta inversión en el aparato militar en inversión civil. La defensa de la investigación es tan importante para la seguridad nacional como lo militar y más ahora, tras el fin de la Guerra Fría".

Impaciencia financiera

Otra de las perversiones del sistema actual es, según Kuttner, la impaciencia de los mercados financieros. Este economista opina que las estrategias de las empresas se ven supeditadas a la dinámica de los mercados financieros que esperan beneficios a corto plazo. Mientras que en el caso japonés, añade, los accionistas acceden a estrategias más a largo plazo. La década especulativa de los ochenta, denominada por sus más ardientes críticos casino society "sociedad de casino", ha arruinado los planes a largo plazo de muchas compañías, opina Kuttner, y por tanto su futura competitividad frente a Japón.Un grupo de profesores del Massachusets Institute of Technology (MIT), pertenecientes a la Comisión sobre Productividad Industrial, se lamentan también de esta dinámica y proponen, entre otras medidas, la integración de la industria con la banca, postura a la que la Reserva Federal -banco central- es absolutamente contraria.

La mayoría de los economistas consultados coinciden en denunciar la falta de responsabilidad de la clase política a la hora de enfrentarse a los problemas de fondo que aquejan a la economía norteamericana. Explican que hay una gran sensación de frustración y se lamentan de que el proceso electoral ponga demasiado énfasis en el consumo y poco en la inversión, sacrificando el crecimiento a largo plazo, sin descartar que con esta política EE UU recaiga en una severa recesión en el medio plazo.

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