Crítica:ARTES

Sombras recortadas sobre el muro

Menchu LamasGalería Miguel Marcos. Villalar, 4. Madrid. Hasta el 7 de marzo.

Por mejor cuadrar el balance global del tópico -y, en tal sentido, la memoria no me permite excluirme de esa inercia-, la pintura de Menchu Lamas ha sido tradicionalmente asimilada, de modo prioritario, a aquel paradigma étnico del expresionismo sobre el que se definió, con el inicio de la pasada década, el despertar de todo un nuevo frente de la pintura gallega. Sin embargo, aun cuando su trabajo se dejó ciertamente impregnar de la intensidad expresiva que marcaba el espíritu del momento, parece justo reco...

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Menchu LamasGalería Miguel Marcos. Villalar, 4. Madrid. Hasta el 7 de marzo.

Por mejor cuadrar el balance global del tópico -y, en tal sentido, la memoria no me permite excluirme de esa inercia-, la pintura de Menchu Lamas ha sido tradicionalmente asimilada, de modo prioritario, a aquel paradigma étnico del expresionismo sobre el que se definió, con el inicio de la pasada década, el despertar de todo un nuevo frente de la pintura gallega. Sin embargo, aun cuando su trabajo se dejó ciertamente impregnar de la intensidad expresiva que marcaba el espíritu del momento, parece justo recordar aquí que son antes otros, como la espacialidad de la imagen o la persistencia de ciertos elementos emblemáticos, los signos que determinan, tanto antes como después, la identidad distinta de la artista gallega.

Si me remonto aquí a esa reflexión general sobre el sentido de la trayectoria de Lamas es por facilitar una mejor comprensión de sus trabajos recientes, evitando así el equívoco que podría seguirse de -la lectura de su evolución actual como un mero enfriamiento táctico al uso de los tiempos. De hecho, en cuanto a la intensidad térmica de su trabajo, hay una cierta correspondencia pendular entre la pintura desarrollada por Menchu Lamas en estos últimos años y la que ya marcó los inicios de su carrera.

Y hay sobre todo, en estos últimos trabajos, una interesante evolución en el planteamiento e interrelación- de lo que han sido determinados rasgos dominantes en su universo de lenguaje-, como la retícula estructural del muro o las imágenes de resonancia mítica, centradas aquí por las figuras animales. En su obra actual, la idea de imagen como límite de un campo de color, como silueta que define un espacio virtual sobre el plano del lienzo, sufre una suerte de proceso de inversión, se convierte, por así decir, en su negativo. La imagen desdobla así dos territorios distintos, alterando la polaridad tradicional en -la relación figura-fondo. Con esa torsión, el plano al que la imagen se asimila es ahora aquel que la circunda y que se extiende, indeterminado, más allá de los límites del cuadro. Pero La imagen define a su vez otro espacio, igualmente ¡limitado, que no le pertenece, el de ese muro interior sobre el que se recorta, vacía, su figura.

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