Crítica

Perejaume: el grado artístico de la verdad

Desde 1988, fecha en la que realizó su última muestra individual en Madrid, no habíamos tenido aquí otra oportunidad para reencontrarnos en las debidas condiciones de amplitud y aislamiento con la obra de este joven artista catalán, que, a pesar de su aún corta edad, tiene tras de sí una dilatada trayectoria.Apreciada desde siempre su obra por quienes la conocían, la notoriedad y el prestigio de Pere Jaume Borrel Guinart -Perejaume- (Sant Pol de Mar, Barcelona, 1957) fue tomando cuerpo a lo largo de la pasada década para alcanzar recientemente un reconocimiento crítico casi unánime. En ...

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Desde 1988, fecha en la que realizó su última muestra individual en Madrid, no habíamos tenido aquí otra oportunidad para reencontrarnos en las debidas condiciones de amplitud y aislamiento con la obra de este joven artista catalán, que, a pesar de su aún corta edad, tiene tras de sí una dilatada trayectoria.Apreciada desde siempre su obra por quienes la conocían, la notoriedad y el prestigio de Pere Jaume Borrel Guinart -Perejaume- (Sant Pol de Mar, Barcelona, 1957) fue tomando cuerpo a lo largo de la pasada década para alcanzar recientemente un reconocimiento crítico casi unánime. En cualquier caso, si doy estos datos no es porque piense que la precocidad o el éxito, constituyan por sí mismos valores estéticos o morales, sino, todo lo contrario, porque la evolución artística de Perejaume ha sido ejemplarmente indiferente a las solicitaciones exteriores que han atosigado -y no pocas veces destruido- a los jóvenes artistas surgidos durante los tres últimos lustros, presididos por la publicidad y el mercado.

Perejaume

Galería Soledad Lorenzo. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 28 de noviembre.

Esta indiferencia o independencia de Perejaume frente a lo espurio se resume más fácilmente que se vive: la poesía y la pintura alumbraron los primeros pasos artísticos de Perejaume y la poesía y la pintura siguen hoy, casi 20 años después, igualmente presentes y potentes en su obra. Esta perseverancia o fidelidad no es tanto a lo que la poesía y la pintura significan como géneros, sino a lo que supone de franqueamiento de una sensibilidad, cuyo afloramiento implica ahondar en una intimidad de insondable fondo antropológico.

En este sentido, las raíces de su palabra poética y de sus imágenes fueron ya, desde un principio, naturalmente consecuentes con el lugar donde nació y vive, en el que venturosamente ha sido estéticamente más fuerte la tradición de modernidad que esa otra de ropavejería casticista, que sacrifica cómoda e interesadamente la verdad al estereotipo. Lo que quiero decir es que, palabra e imagen, la catalanidad de Perejaume enlaza con Brossa, Foix y Miró, los auténticos vivificadores de la cultura catalana porque nunca se plantearon que fuera algo ya hecho -heredado-.

¿Qué tiene todo esto que ver con la exposición que ahora presenta con el título El grado de verdad de las representaciones y, en general, con esa hábil disposición analítica que ahora tanto se le alaba, forzando como causa un estado de moda que para él, sin duda, es involuntaria consecuencia de lo que siempre ha hecho, ignorado, conocido o reconocido? Pues inmediatamente nada y realmente todo. Lo analítico en Perejaume es, desde mi punto de vista, la decantación de un lenguaje extraordinariamente rico y versátil, cuya construcción está en la antípoda de la improvisación oportunista.

Poesía como objeto

En este sentido, la exposición actual es admirable. Cierto que los especulares juegos reflexivos que nos van en ella descubriendo la pintura como objeto e incluso la poesía misma como objeto pueden inscribirse en una línea que, desde Jaspers Johns a los neos actuales, gozan actualmente de predicamento, pero nadie que haya seguido los últimos 10 años de su trayectoria dejará de reconocerle a él, no digo ya como inequívoco signo de autor, sino como esa sensibilidad, suya y más que suya, franqueada.El ejemplo de Perejaume es el de un artista que piensa lo que hace, pero que ha hecho siempre lo que siente. Su justamente elogiada capacidad analítica no es sino el resultado de esa economía de medios con el que buen artista descubre la naturalidad, una naturalidad, en su caso, de honda fragancia lírica, generalmente no incompatible, en el contexto de una muy antigua civilización mediterránea, con el doble sentido. El doble sentido es llegar a saber que una palabra es tan objeto como una imagen: no renunciar a nada -pensamiento, sentimiento o sensación - que proceda del paisaje, esa materialización poético-pictórica de la historia, su actualización artística. Así el grado de verdad de las representaciones, nos descubre su inmensidad poética, y no puede dejamos indiferentes.

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