Tribuna:

La última discípula de Ortega

La pensadora María Zambrano falleció ayer en Madrid. Su avanzada edad, 86 años, vividos intensa y dolorosamente una gran parte de ellos, pues tuvo que exiliarse al ganar los franquistas la guerra civil, hizo que no pudiera superar un proceso febril agudo. Escritora, filósofa y auténtica discípula de Ortega y Gasset, fue durante muchos años uno de los más prestigiosos intelectuales de la cultura española en el exilio y además la última gran figura en regresar a España, cosa que no hizo, también por su frágil salud, hasta 1984. Cuatro años más tarde, la más relevante cultura oficial española le ...

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La pensadora María Zambrano falleció ayer en Madrid. Su avanzada edad, 86 años, vividos intensa y dolorosamente una gran parte de ellos, pues tuvo que exiliarse al ganar los franquistas la guerra civil, hizo que no pudiera superar un proceso febril agudo. Escritora, filósofa y auténtica discípula de Ortega y Gasset, fue durante muchos años uno de los más prestigiosos intelectuales de la cultura española en el exilio y además la última gran figura en regresar a España, cosa que no hizo, también por su frágil salud, hasta 1984. Cuatro años más tarde, la más relevante cultura oficial española le otorgó su merecido reconocimiento con la concesión del Premio Cervantes.

El corazón pensante

La singularidad de María Zambrano en el campo de la filosofía no debe reducirse, ni mucho menos, a su condición femenina, aún minoritaria en este campo de la creatividad. Desde luego, su nombre se une por esta circunstancia a los de otras notables pensadoras, como Hanna Arendt, Simone de Beauvoir, Agnes Heller o Julia Kristeva, sin cuyas aportaciones es imposible calibrar justamente el desarrollo teórico de la segunda mitad del siglo XX. Pero su importancia esencial tiene raíces menos anecdóticas.Hay obras, filosóficas que se estudian. Son imprescindibles para comprender el devenir histórico de la interpretación de la realidad, y los profesionales nos movemos entre ellas con aplicada resignación. Pero cuando descansamos de documentar nuestra tesis o de preparar la clase, las dejamos de lado. Entonces recurrimos a las obras filosóficas que se degustan, aquellas que no nos interesan por razones de bibliografía académica: el De rerum natura, de Lucrecio; los ensayos de Montaigne; las páginas sobre la muerte en El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer. Los mejores libros de María Zambrano pertenecen a esta última categoría: El hombre y lo sagrado, Filosofía y poesía, Claros del bosque, La confesión, género literario, etcétera. A quienes los han probado y no tienen alma de ingenieros ontológicos ninguna moda sabia les distraerá de ellos.

María Zambrano es la afectividad reflexiva, la cordialidad moral que no se resume en imperativos, la metáfora apurada en ideas, el trazo profundo que recoge lo esencial de un movimiento cultural sin perderse en pedante hojarasca. En una ocasión escribió: "La verdad, toda verdad, es siempre trascendente con referencia a la vida, o si se la mira en función de la vida, toda verdad es la trascendencia de la vida, su abrirse paso". En María la vida se abre paso, a golpe y latido de pensamiento, desde la energía indomable del corazón.

Fernando Savater es escritor y filósofo.

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