DESAPARECE EL AUTOR DE 'FRANK V'

Corrosivo, antidogmático y social

Con Friedrich Dürrenmatt comencé a dirigir teatro. Su Proceso por la sombra de un burro, un pequeño relato radio ónico, no escrito específicamente para la escena, significó el descubrimiento de una posibilidad teatral, ni más ni menos. Abrió mi mente a un hecho escénico ágil, rápido, amargo y divertido, bastante profundo y totalmente contemporáneo.No permitía ceñirse a las rígidas normas de un teatro establecido, ni en la forma ni en el fondo. Un texto provocador de Ideas y conflictos: un texto esencialmente vivo. Y así creo que es todo su teatro: corrosivo, antidogmático y sobre todo e...

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Con Friedrich Dürrenmatt comencé a dirigir teatro. Su Proceso por la sombra de un burro, un pequeño relato radio ónico, no escrito específicamente para la escena, significó el descubrimiento de una posibilidad teatral, ni más ni menos. Abrió mi mente a un hecho escénico ágil, rápido, amargo y divertido, bastante profundo y totalmente contemporáneo.No permitía ceñirse a las rígidas normas de un teatro establecido, ni en la forma ni en el fondo. Un texto provocador de Ideas y conflictos: un texto esencialmente vivo. Y así creo que es todo su teatro: corrosivo, antidogmático y sobre todo escrito para y por su sociedad.

Cualquiera que fuese el tema que Dürrenmatt tratase, desde Roma (Rómulo, el Grande) o Grecia (Los trabajos de Hércules) a nuestros días, cada palabra reflejaba de una forma sardónica nuestra vida cotidiana. Y su sentido del humor hace tambalear los más serios pilares de nuestra sociedad.

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Por esa visión de la vida, Friedrich Dürrenmatt hizo que un joven mal actor se atreviese a dirigir. La ilusión y la tuvieron parte de culpa en esta decisión, la supervisión de Layton y Miguel Narros alentaron una y cubrieron la otra, pero fueron la libertad y la alegría de este autor las que me em pujaron a definir mi pro fesión.

Escenas colectivas

Con él comprendí que en el teatro se podía hacer de todo: desiertos, caminos, animales y templos, incendios y barcos, escenas colectivas que no necesitaban tantos colectivos, que los actores podían doblar y hasta triplicar los personajes, que tres sillas y una pared de ladrillos bastaban para sugerir, que los días y las semanas transcurrían en un oscuro, que los kilómetros eran centímetros de escenario y que la palabra, la emoción y el comportamiento, es decir el actor, lo eran todo.

Y, lo principal, que las cosas serias y solemnes eran menos serias y nada solemnes. Para él, el teatro era un juego y yo aprendí el placer de jugar al teatro y he procurado desesperadamente mantenerlo hasta hoy.

Y todo eso pasó hace 24 años, en 1966. Luego ese juego se complicó un poco más. Por eso no sé si darte las gracias.

José Carlos Plaza es director teatral y director del Centro Drarnático Nacional.

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