Tribuna:

Utilización simbólica

El monumento erigido -que no por erigir- el pasado 13 de octubre en la montaña de Montjuic a Ferreri Guardia (Alella, 1859-Barcelona, 1909), inaugurado por el alcalde de Barcelona en presencia, entre otras autoridades, del embajador de Bélgica en España, plantea una nueva reflexión sobre el fundador de la Escuela Moderna. Desde hace algún tiempo se viene dando una normalización del tema, si por tal entendemos el que se pueda reconocer lo que un individuo, una obra o un movimiento han supuesto en la historia de una sociedad. El acto institucional celebrado en el Ayuntamiento de Barcelona...

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El monumento erigido -que no por erigir- el pasado 13 de octubre en la montaña de Montjuic a Ferreri Guardia (Alella, 1859-Barcelona, 1909), inaugurado por el alcalde de Barcelona en presencia, entre otras autoridades, del embajador de Bélgica en España, plantea una nueva reflexión sobre el fundador de la Escuela Moderna. Desde hace algún tiempo se viene dando una normalización del tema, si por tal entendemos el que se pueda reconocer lo que un individuo, una obra o un movimiento han supuesto en la historia de una sociedad. El acto institucional celebrado en el Ayuntamiento de Barcelona en octubre de 1989 en memoria de la principal víctima de los sucesos de la Semana Trágica de 1909 o la iniciativa de la Fundación Ferrer i Guardia, como otras iniciativas diversas, como la pequeña exposición a Ferrer realizada en Castre o la gran exposición del pasado mes de abril en la Casa Elizalde de Barcelona, organizada por el Ateneo Enciclopédico Popular de Barcelona, son pruebas de esta normalización. Podría citarse también la reciente aparición de la primera edición crítica en catalán del libro póstumo del editor y pedagogo racionalista en una editorial universitaria de Vic.Frente a esta manera relativamente fría de encarar este episodio histórico, este personaje, hay otra forma de aproximación al tema consistente en retomar los argumentos del pasado. Los argumentos y los fantasmas del pasado. Carlos Seco Serrano, de quien recuerdo hace ya más de un cuarto de siglo, hélas, las preciosas y concretas lecciones de historia de España en su cátedra de Barcelona, ha optado en mi entender por esta opción: la de empalmar con las razones del pasado.

En su artículo (véase EL PAÍS del 9 de noviembre de 1990) no ofrece hechos, datos, sino que reproduce sin fundamentos un estereotipo de la figura y obra del creador y propagandista de la Escuela Moderna. En esto contradice su admirado magisterio de allá los años sesenta. Sólo cita testimonios contrarios a Ferrer, sin tener en cuenta que, por ejemplo, el de Unamuno tendría que matizarse, ya que él mismo hizo marcha atrás de la afirmación de que se había fusilado a Ferrer .con perfecta justicia". Éstas fueron sus palabras: "Sí, hace años pequé y pequé gravemente contra la santidad de la justicia. El inquisidor que llevamos los españoles dentro me hizo ponerme al lado de un tribunal inquisitorial que juzgó por motivos secretos -y siempre injustos- y buscó luego sofismas con qué cohonestarlo" (Miguel de Unamuno, 1917).

El profesor Seco, más preocupado en exonerar a Maura y en hacer el panegírico de la monarquía alfonsina que en restablecer la complejidad de la historia, reduce la significación de Ferrer a un ideario simplista y a un mensaje ramplón y absolutamente nocivo de iconoclastia y absoluta sed de destrucción. Y acaba concluyendo que el monumento, que cree todavía por erigir, es hoy en día un símbolo obsoleto, que no encenderá llama alguna "anulado aquél [se refiere al símbolo] por el juicio inapelable de la historia".

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Lo que a primer golpe sorprende del discurso del historiados es que su similitud, calco casi, con los argumentos históricos del conservadurismo. Argumentos que, precisamente, tanto contribuyeron a la forja del mito Ferrer. Parece no darse cuenta el profesor de que su planteamiento precisamente está reactivando el famoso mito.

En mi opinión, el mito existe, está servido, querámoslo o no: su fusilamiento arbitrario e injusto, contrario a derecho y contrario a los derechos humanos más elementales, no se puede enmendar. Ferrer i Guardia fue piedra de toque internacional (no sólo europea).

Lo que pasa es que a veces la atención pública pasa de largo de un mito. Y a veces no, a veces lo desentierra. En este caso, importa ver por qué se desentierran los mitos, en qué momento, a cargo de quiénes y con qué propósitos y argumentos. Lo interesante es, pues, ver cómo se reconducen los mitos y cómo se utilizan. Y percibo en estos dos últimos años una clara reutilización del mito Ferrer, en Cataluña por lo menos (y ahora, si siguen tomas de postura como la del profesor Seco, en España). Ferrer se ha convertido en una especie de símbolo que separa a la izquierda política de la derecha. La izquierda reconvertida ve en Ferrer una especie de símbolo en el que sublima sus sentimientos de desencanto o de culpa por la utopía abandonada. Ahora, esta apropiación que la izquierda posibilista e institucional hace de Ferrer se hace a costa de un claro reduccionismo. Reduccionismo consistente en iluminar el aspecto librepensador del fundador de la Escuela Moderna e ignorar totalmente otras facetas, como su condición de animador del proyecto anarcocomunista ibérico de principios de siglo. No deja de ser muy revelador que en los discursos de recuerdo de Ferrer en ocasión de la inauguración del monumento no hubiera la más mínima alusión a la condición libertaria de Ferrer.

Por su parte, la derecha de Cataluña no puede, no quiere, asociarse a este movimiento valorizador simbólico de la Escuela Moderna. Argumenta la falta de altura intelectual del pedagogo y su internacionalismo despreciador del principio nacional y de la lengua materna. El reduccionismo de la derecha consiste en no ver, por ejemplo, el papel clave de este pedagogo en la introducción de métodos innovadores en la educación popular o en el ámbito editorial. Y sobre todo en negarle su condición de catalán.

Más fructífera me parece la discusión sobre la vigencia de la aportación ferreriana en el ámbito cultural y educativo. Para el filósofo Porta Perales, el Ferrer pedagogo ya ha dado todo lo que tenía que dar de sí (de bueno y malo), mientras que para el director adjunto de Cuadernos de Pedagogía, Jaume Carbonell, Ferrer ha ingregado en la condición de clásico de la educación con pleno merecimiento. En mi opinión, hay en el ideario de Ferrer (que es muchísimo más complejo de lo que quieren algunos) aspectos cerrados, caducados, y aspectos abiertos, aspectos de futuro. El rígido racionalismo o la propensión verbalista y dogmática son aspectos superados, mientras que la pedagogía del compromiso activo por la paz y el equilibrio individuo/ naturaleza o la pedagogía forjadora de individualidades con criterio libre me parecen aspectos abiertos y fecundos todavía de un ideario.

El reconocimiento de Barcelona a Ferrer, aunque al parecer ello todavía levante ampollas, era una asignatura pendiente. Por esta razón, el Ayuntamiento de Barcelona ha actuado muy sensatamente en este asunto. Pero queda otro tema pendiente, y es que se estudie desapasionadamente la cuota de responsabilidades institucionales en la trágica e injusta condena. Y que estas responsabilidades se asuman. No por ánimo de revanchismo (que estaría totalmente fuera de lugar), sino por pura y simple coherencia con una visión democrática y moderna de la convivencia.

es profesor de Historia de la Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de Francesc Ferrer i Guardia i L'Escola Moderna.

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