38º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Zabaltegi sigue siendo la 'zona abierta'

Zabaltegi (Zona Abierta), sección paralela del Festival de Cine de San Sebastián, presenta este año, ajena al clima expectante que genera la sección oficial, y a cubierto de las críticas y polémicas más duras, la posibilidad de pulsar cinematografias en ebullición. La sorpresa de un cine palpitante, a veces cautivador, a veces abominable, se alterna con la garantía de obras premiadas en otros festivales.Cine iraní, la última producción latinoamericana, películas del Este, el ciclo dedicado a los realizadores negros norteamericanos, componen la novedad de una sección caracterizada por su co...

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Zabaltegi (Zona Abierta), sección paralela del Festival de Cine de San Sebastián, presenta este año, ajena al clima expectante que genera la sección oficial, y a cubierto de las críticas y polémicas más duras, la posibilidad de pulsar cinematografias en ebullición. La sorpresa de un cine palpitante, a veces cautivador, a veces abominable, se alterna con la garantía de obras premiadas en otros festivales.Cine iraní, la última producción latinoamericana, películas del Este, el ciclo dedicado a los realizadores negros norteamericanos, componen la novedad de una sección caracterizada por su compromiso con la actualidad El número de espectadores de Zabaltegi ha aumentado. La idea de que ésta es la mejor sección del certamen aflora con rara unanimidad todos los años, especialmente en los momentos en que flojean las películas a concurso.

Aunque el ciclo, seis películas, no haya terminado, puede decirse ya que el desconocido cine iraní ha impactado a los espectadores. Las dos películas del realizador Amir Naderi, El corredor y Agua, viento y polvo, adolecen de una reiteración exasperante, pero es verdad que el realismo crudo que impregna angustiosamente las dos obras da también lugar a la poesía y permite bellas escenas plenas de significado. Junto a grandes producciones presentes también en la sección -la película finlandesa La chica de las cerillas, de Aki Kaurismeki-, Zabaltegui permite comprobar cómo puede hacerse una obra original y escalofriante con muy poco dinero.

La película del joven realizador Keith McNally, Al final de la noche, está llenando la sala en la que se exhibe y aparece como candidata al premio de 10 millones de pesetas, al que aspiran una treintena de nuevos realizadores. La irlandesa Margo Harkin, con Hush-a-Bye Baby, cuenta también con muchas posibilidades. Y asimismo ha causado sensación el cine de realizadores negros, que puede recordar en frescura y potencia en la nouvelle vague. Las realizadoras Helga Reindemesteir, de la República Federal de Alemania, y Tamara Trampe, de Alemania Oriental firman un documental sobre la caída del muro de Berlín y han repetido aquí la frase de Brecht de que los artistas tienen que estar un paso por delante de los demás. "El proceso de unión", han dicho estas representantes del cine independiente alemán, "ha sido lo más parecido a una liquidación de saldos".

Hay que resaltar dos películas vascas, Loraldia y El tiempo de las flores, una coproducción vasco-argentina de Oscar Aizpeolea, y Santa Cruz, de José María Tuduri, ambientada en la guerra carlista.

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