FERIA DE SAN FERMÍN

Miurada moruchona

JOAQUÍN VIDAL. La miurada resultó moruchona, qué se le va a hacer. Hay tardes de toros frustrantes y ayer fue una de ellas pues la afición pamplonesa y el mocerío de por junto tenían mucha ilusión con los miuras.

Sus estampas eran bellas, sus alzadas muy serias, sus pesos impresionantes, y nadie habría apostado demasiado por la bravura de los miuras -que esa es condición recóndita del toro, imposible de adivinar- pero sí por su casta. Toro de casta produce lidias argumentadas y emocionantes, que satisfacen plenamente a los aficionados, y eso, por lo menos, se esperaba de los miur...

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JOAQUÍN VIDAL. La miurada resultó moruchona, qué se le va a hacer. Hay tardes de toros frustrantes y ayer fue una de ellas pues la afición pamplonesa y el mocerío de por junto tenían mucha ilusión con los miuras.

Sus estampas eran bellas, sus alzadas muy serias, sus pesos impresionantes, y nadie habría apostado demasiado por la bravura de los miuras -que esa es condición recóndita del toro, imposible de adivinar- pero sí por su casta. Toro de casta produce lidias argumentadas y emocionantes, que satisfacen plenamente a los aficionados, y eso, por lo menos, se esperaba de los miuras.

Luego llegó la cruda realidad de la corrida y el que apostó, perdió. Los miuras resultaron moruchos, Y aún peor, porque estaban medio inválidos o inválidos del todo; desarrollaban sentido; los pocos que no desarollaron sentido sacaron a relucir burrería, y uno que acabó noble, ese parecía más bien cordero.

Miura / Márquez, Manili, Campuzano

Toros de Eduardo Miura, con mucho peso y trapío, varios sospechosos de pitones, flojos, amoruchados, de feo estilo. Miguel Márquez: media estocada tendida a toro arrancado y estocada corta (silencio); estocada corta en la suerte de recibir (oreja). Manili: estocada saliendo trompicado (oreja); estocada contraria -aviso con minuto y medio de retraso- y dobla el toro (oreja). Tomás Campuzano: estocada corta (silencio); pinchazo hondo contrario recibiendo un almohadillazo de un espectador, pinchazo delantero, bajonazo escandaloso y dos descabellos (palmas). Plaza de Pamplona, 12 de julio. Séptima corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

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Por si algo les faltaba a estas joyas miureñas, hubo cuatro que aparecieron por los chiqueros extrañamente mermaditos de astas, y en cuanto derrotaban, se les abrían los pitones, y tal cual quedaban, en vez de cuernos parecían brochas de encalar paredes. El sexto derrotó en un burladero con el pitón izquierdo y sucedió lo que dicho queda; luego arrebató el capote a Tomás Campuzano con el derecho, y simplemente por dar el tirón, le ocurrió lo mismo.

Toro de seria estampa, íntegro, emocionante, peligroso por más señas, auténtico miura fue el primero, al que Miguel Marquez toreó con mucho pundonor y magistral estilo. Se le colaba el toro y libró las tarascadas con serenidad, no le perdió nunca la cara, intentó dos veces embercarle por redondos y otras tantas por naturales. Los mozos le cantaban a Márquez: "¡No sabe, no sabe!", le hacían cuchufletas y rechuflas. Buenos estaban los mozos. Un día antes se habían entusiasmado con las reolinas que unas figuritas avispadas les daban a los borregos. Así que el mundo al revés. Y a esto le llaman afición torista. Y a esto lo anuncian Feria del Toro. El cuarto fue el manso cordero. Se desplomab, a poco que Miguel Márquez le bajara la mano. Miguel Márquez le saludó con unos estatuarios en el centro del redondel, siguió con buenos redondos, después por naturales cargando la suerte. Muy bien, excelente, todo cuanto se quiera mas para que le aplaudieran, hubo de hartarse de pegar giradillas mirando al tendido, intercalar rodillazos, apuntar circulares. Y para no dejar cabo suelto, mató en la suerte de recibir.

Manili también sudó lo suyo fajándose con un toro que desarrollaba sentido y otro amoruchado. Pudo con los dos. Manlli sigue siendo el torero pundonoroso y valiente de hace dos temporadas, aunque con mejor técnica, y esa técnica mejorada le permitió elegir los terrenos calcular las distancias, aplicar las suertes necesarias para que le embistieran un toro que desarrollaba sentido y otro amoruchado y cortarles sendas orejas, que le cayeron al esportón con todo el derecho del mundo, pues nadie se las había regalado.

El peor lote le correspondió a Tomás Campuzano y estuvo voluntarioso con él, si bien apenas nadie se lo tuvo en cuenta porque al público pamplonés le ha dado por vitorear a El Formidable, que es banderillero de su cuadrilla. Estaba ya muleteando Campuzano al toriburro-mocho-moruchón sexto, y los mozos de las peñas aún seguían coreando "¡For-midable!". El For-mida-ble había puesto, en realidad, par y medio de banderillas, pero daba igual. Sale a la palestra el mismísimo Pepote Bienvenida, reúne los pares de poder a poder según sabía hacerlo, y no la arman tan gorda los mozos de las peñas. Claro que Pamplona es así, y nadie va a pretender cambiaría.

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