Crítica:

Mal teatro

Antoñito López -no confundir con el pintor- es, en esta comedieja, un muchacho de Játiva al que sus padres reprochan ser bueno: les da miedo que no sea igual a los demás. Lo que le pasa a Antoñito es que escucha, en su habitación, a la Virgen, que le da el don de hacer milagros. Una desgracia: a la coja le quitarán el subsidio de invalidez, al ciego el quiosco de cupones y el sordo oye llegar por la noche al amante de su mujer. Sobre la familia caen abogados, masas, periodistas y el obispado. Como este mundo no es para Antoñito López, la Virgen le manda una, escala por la ventana y él trepa al...

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Antoñito López -no confundir con el pintor- es, en esta comedieja, un muchacho de Játiva al que sus padres reprochan ser bueno: les da miedo que no sea igual a los demás. Lo que le pasa a Antoñito es que escucha, en su habitación, a la Virgen, que le da el don de hacer milagros. Una desgracia: a la coja le quitarán el subsidio de invalidez, al ciego el quiosco de cupones y el sordo oye llegar por la noche al amante de su mujer. Sobre la familia caen abogados, masas, periodistas y el obispado. Como este mundo no es para Antoñito López, la Virgen le manda una, escala por la ventana y él trepa al cielo.Contado queda mejor. Porque se resume, en lugar de dilatarse tiempo y tiempo -el necesario para llenar- sin la aportación de nada más; porque no se citan los gestos y las palabras obscenas, porque no se sufre con la pérdida de la memoria de algunos actores, porque la ironía es más perceptible. Ni ellos han tenido tiempo -por lo visto- para ensayar ni el autor para que se le ocurra algo, además del cuentecito.

De cómo Antoñito López, natural de Játiva, subió a los cielos,

de Rafael de Mendizábal. Intérpretes: Alfonso del Real, Mari Begoña, Marisa Porcel, Manuel Salguero, Alberto Magallanes, Ángeles Bernal. Dirección de Víctor A. Catena. Teatro Príncipe-Gran Vía. 29 de mayo.

El público -llamando así a las quizá 30 personas con quienes lo vi el jueves por la tarde- siente ganas de reírse con Alfonso del Real; se cohíbe algo por su respeto a lo sagrado y a lo clerical, y se avergüenza un poco de reírse de lo obsceno gestual y hablado. La burguesía no pierde sus normas.

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