RELEVO EN MANAGUA

Chamorro pide que "se fundan las armas"

Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer que alcanza el poder por las urnas en América Latina, inauguró ayer su mandato como presidenta de Nicaragua con una decisión audaz que busca la reconciliación entre los nicaragüenses y desafía a la Contra y a Estados Unidos: el general Humberto Ortega continuará al frente de unas Fuerzas Armadas profesionales y sometidas al poder civil. La nueva presidenta asumió, en una ceremonia cargada de tensión y de buenos deseos, la responsabilidad de dirigir personalmente, desde sus cargos de jefe de Estado, ministro de Defensa y comandante en jefe del Ejérc...

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Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer que alcanza el poder por las urnas en América Latina, inauguró ayer su mandato como presidenta de Nicaragua con una decisión audaz que busca la reconciliación entre los nicaragüenses y desafía a la Contra y a Estados Unidos: el general Humberto Ortega continuará al frente de unas Fuerzas Armadas profesionales y sometidas al poder civil. La nueva presidenta asumió, en una ceremonia cargada de tensión y de buenos deseos, la responsabilidad de dirigir personalmente, desde sus cargos de jefe de Estado, ministro de Defensa y comandante en jefe del Ejército, "los procesos de desmovilización y desmilitarización con el propósito de poner fin a la guerra".

Su principal colaborador en la pacificación de Nicaragua será el general Ortega, número dos de la jerarquía sandinista, a quien Chamorro confirmó en su cargo de general de mayor grado del Ejército Popular Sandinista "hasta que se complete la desmovilización de la Resistencia Nicaragüense". La presidenta anunció que la primera misión encomendada a Ortega ha sido la reducción de las Fuerzas Armadas y dijo que el primer decreto que ayer firmó fue el de suspensión del servicio militar obligatorio.La confirmación de Ortega fue recibida por su hermano, el hasta ahora presidente Daniel Ortega, con una fuerte ovación puesto en pie. Sin embargo, los partidarios de la Unión Nacional Opositora (UNO), que habían coreado con entusiasmo cada frase de Chamorro, enmudecieron en ese momento. Para esta decisión, Chamorro ha tenido que vencer fuertes resistencias, tanto de su propia coalición -entre otras, la del vicepresidente, Virgilio Godoy- como de funcionarios de Estados Unidos, que, según fuentes diplomáticas, llegaron a amenazar con replantear la ayuda económica a Nicaragua si Humberto Ortega continuaba en su puesto.

La medida de Chamorro, que subió ayer al estrado acompañada de su mano derecha, el nuevo ministro de la Presidencia, Antonio Lacayo, demuestra también que no está dispuesta a aceptar la presión y el chantaje da la Contra, cuyos dirigentes amenazaron en días pasados con incumplir los acuerdos que les obligan a entregar las armas antes del 10 de junio si Ortega y otros jefes militares seguían al frente del Ejército Popular Sandinista.

Reconciliación

La polémica decisión de Violeta Chamorro está orientada, según ella misma explicó en su discurso de toma de posesión, a favorecer una transición pacífica hacia una Nicaragua reconciliada en la que "las armas queden desterradas para siempre y su metal fundido por convertirlo en máquinas para la industria". "Es más hermosa la reconciliación que la victoria", dijo la nueva presidenta al pedir el respaldo popular a los protocolos de transición, que tanto ella como Daniel Ortega se comprometieron a respetar e impulsar.

Sin llegar al Gobierno de coalición, Chamorro y Ortega se convirtieron ayer en los abanderados de la nueva Nicaragua hermanada. Cuando ellos llegaron al estadio de béisbol Rigoberto López Pérez, donde se celebró la ceremonia de transmisión de mando, el lugar estaba dominado por el rencor y el enfrentamiento entre militantes de la UNO y del Frente Sandinista, situados en sectores opuestos del graderío.

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Daniel Ortega tuvo que dar marcha atrás en su recorrido a pie tras ser recibido con pedradas y banderazos por los militantes de la UNO. Chamorro se vio obligada a soportar una lluvia de bolsas llenas de agua arrojadas por los seguidores del Frente Sandinista, a los que la presidenta respondió con besos.

El cardenal Miguel Obando y Bravo, en un discurso inusualmente largo y cargado de recomendaciones políticas, sólo consiguió aburrir, pero no contener la tensión. Fue Daniel Ortega, con un mensaje inspirado y repleto de promesas de colaboración con las nuevas autoridades, el que llegó al corazón de ambos bandos para perfilar lo que puede ser una sociedad democrática y pacífica.

"En Nicaragua no queremos a Caín, queremos a Abel", comenzó diciendo Ortega en su último discurso antes de sacar la banda presidencial de su camisa floreada y colocarla sobre el vestido blanco de Chamorro. "Esto que hoy celebramos aquí", dijo, "sería una farsa si mañana nos seguimos enfrentando en las calles con las armas en la mano. El pueblo de Nicaragua nos obliga a desterrar el odio y a entendemos entre hermanos".

Ortega prometió a Chamorro: "Tengo la plena disposición de ejercer la oposición en un sentido positivo". Como primera prueba pidió al pueblo que tenga esa misma actitud comprensiva a la hora de plantear sus reivindicaciones laborales. "¿Qué ganaremos con una Nicaragua en caos?", preguntó a los extremistas que, según él, subsisten en el país.

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