Crítica:FESTIVAL DE OTOÑO / COMPAÑÍA UMEWAKA

Belleza sin fronteras

Un mundo de tradición, costumbres, significaciones, civilización y conceptos de la vida el hombre y la muerte nos separan del teatro japonés noh; pero lo que es bello lo es universalmente y la calidad se percibe inmediatamente hasta por los que somos ignorantes. La compañía Umewaka despliega ante nosotros esa belleza extraña que no deja de fascinar, y unos actores diestros, vivos, rituales, dueños de voces de gran riqueza.De las dos piezas de la primera parte -desconozco la segunda- la inicial es conmovedora en su augusta lentitud. Para nosotros, acostumbrados a la libertad, el juego, l...

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Un mundo de tradición, costumbres, significaciones, civilización y conceptos de la vida el hombre y la muerte nos separan del teatro japonés noh; pero lo que es bello lo es universalmente y la calidad se percibe inmediatamente hasta por los que somos ignorantes. La compañía Umewaka despliega ante nosotros esa belleza extraña que no deja de fascinar, y unos actores diestros, vivos, rituales, dueños de voces de gran riqueza.De las dos piezas de la primera parte -desconozco la segunda- la inicial es conmovedora en su augusta lentitud. Para nosotros, acostumbrados a la libertad, el juego, la chispa del teatro (incluso el clásico), representa más bien un concierto de solistas, coro, percusión y flauta, aunque lo que se relate sean las desdichas de una dama aojada por celos, poseída por un espíritu maligno al que combate una sacerdotisa, y que al fin es exorcizado por un sacerdote. Lo cuenta el programa. Importa no entenderlo, ni las frases del cántico; pero trasciende la belleza de movimientos mínimos de los actores, su impasibilidad, la calidad de la música. Y los trajes suntuosos, sus pliegues, sus colores combinados, deslumbrantes. El decorado es sencillo; una belleza limpia.

Ai No Ue, Bo Shibari y Tsuchi Gumo

Del teatro tradicional japonés noh y kiogen. Intérpretes: compañía Umewaka. Director: Makio Umewaka. Teatro Albéniz, 27 de octubre.

La segunda pieza sería lo que aquí llamamos paso o pasillo: la situación cómica en la que dos criados son maniatados por su señor para que, en su ausencia, no se beban su sake, y, sin embargo, lo consiguen. Los gestos son prolijos, en contraste con la inmovilidad majestuosa y grave de la obra anterior, y las voces, fácilmente traducibles. Aquí lo que interesa es la destreza de los actores y su comicidad transmisible.

Tradición

El primer actor y director es Makio Umewaka, y otros de su apellido están también en la compañía: se nos dice que la familia comenzó el teatro en el siglo XV. Es tradición él mismo, una tradición que se respira en toda la compañía y en el espíritu de sus obras.No hubo mucho público en el teatro Albéniz en la tarde lluviosa y desapacible del estreno por miedo a lo difícil; parte de la colonia japonesa en Madrid, profesionales y alumnos de teatro españoles, algunos aficionados. A ninguno de ellos se les escapó la suntuosidad del espectáculo, que trascendió de las barreras del idioma y las costumbres.

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