El vertido incontrolado de material de construcción pone en peligro las últimas huertas del Manzanares

Miles de toneladas de escombros de la construcción y de material de derribos están poniendo en peligro los últimos restos de la en otro tiempo pujante vega del Manzanares. Del paraje agrícola que antiguamente llegaba desde la calle de las Huertas, junto al Museo del Prado, hasta el término municipal de Getafe hoy sólo quedan una docena de agricultores, de los que nadie parece acordarse, tal vez porque a nadie se le ocurre que apenas a 10 kilómetros de la Puerta del Sol, entre descampados llenos de basura por un lado y Villaverde Bajo por otro, sobrevive una pequeña zona agrícola.

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Miles de toneladas de escombros de la construcción y de material de derribos están poniendo en peligro los últimos restos de la en otro tiempo pujante vega del Manzanares. Del paraje agrícola que antiguamente llegaba desde la calle de las Huertas, junto al Museo del Prado, hasta el término municipal de Getafe hoy sólo quedan una docena de agricultores, de los que nadie parece acordarse, tal vez porque a nadie se le ocurre que apenas a 10 kilómetros de la Puerta del Sol, entre descampados llenos de basura por un lado y Villaverde Bajo por otro, sobrevive una pequeña zona agrícola.

"Yo creo que el que dio permiso para que los camiones descargaran aquí ni conoce nuestra existencia, pero lo cierto es que los escombros y el polvo que levantan al descargarlos está matando las huertas", afirma Valero Pascual, uno de los último doce agricultores madrileños.Son los problemas originados por el aislamiento, producido a su vez por tener un oficio tan extraño, ahora y en Madrid como el de agricultor. La franja de tierra a lo largo del Manzanares donde se asientan las huertas es terreno olvidado. Muy poca gente utiliza ya su antiguos caminos rurales, que llegaban hasta Getafe y la carretera de Valencia, entre terrenos labrados y pastos, a la orilla del río, siguiendo el antiguo canal artificial por el que se podía llegar en barca hasta Aranjuez.

Las huertas discurren paralelas a los cerros, secos y polvorientos, que aún muestran las bocas de entrada a los bunkers y los nidos de ametralladoras, vestigios de la guerra civil. Adosadas a las laderas quedan todavía decenas de viejas casas abandonadas, construidas por las primeras oleadas de emigrantes. Es un paisaje perdido, ajeno al resto de la ciudad.

"Ya pasó lo mismo hace unos años, cuando hubo que hacer las obras del colector de una depuradora. Las obras pasaban por entre medio de las huertas, y nadie se preocupó por los perjuicios que les pudieran ocasionar los movimientos de tierras y el paso de cientos de camiones. Es una zona maldita", declaró un portavoz de la consejería de Agricultura de la Comunidad de Madrid.

"Es cierto que no contamos para nada", cuenta otro agricultor, Vicente Aralzábar. "Ahora, para hacer las obras del nudo supersur, han expropiado a los antiguos agricultores, a 30 pesetas el metro cuadrado. No es sólo que el precio sea una estafa; por 200.000 o 300.000 pesetas, lo que han hecho ha sido dejarlos sin trabajo. Ya me dirá qué oficio va a aprender ahora un agricultor de 50 años a quien le quitan la tierra".

Futuro incierto

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Vicente ronda también la cincuentena, y su futuro laboral está en el aire. Desde hace unas semanas, un equipo de topógrafos esta haciendo mediciones y marcando las tierras con estacas rojas. Por las huertas pasará el Tren de Alta Velocidad. "Así que, un día de éstos nos dirán que tenemos que marcharnos; y como es terreno agrícola, y en Madrid el suelo sólo se quiere para construir, nos darán tres pesetas. Nos van a dejar sin medios de vida, porque mi familia vive de esta huerta desde hace tres generaciones".Permitir que los antiguos caminos públicos se conviertan en zona de vertidos para escombros es sólo el último capítulo de esta historia de abandonos. Valero Pascual es también el tercero, y posiblemente el último, de una familia de agricultores, y ya ha tenido varias agarradas con los camioneros. Los escombros han cegado ya uno de los caminos y sepultado casi hasta la mitad torres de electricidad y de teléfonos. "Un día ya no me pude contener y tuve una disputa fuerte con un chaval joven, que encima se me puso chulo. Nos separaron cuando llegábamos a las manos".

El encontronazo de Benito el pastor, fue más fuerte. Están volcando los escombros casi en la puerta de su casa. El día en que un camión, se supone que inadvertidamente, volcó su carga sobre un par de cántaras llenas de leche que tenía en el camino, Benito sacó la escopeta y los echó. "Pero da igual lo que digamos. Hemos interpuesto montones de denuncias ante la Policía Municipal. Han venido, han visto los camiones descargar, se han ido, y aquí no ha pasado nada", termina Valero.

Para los agricultores, la clave está en que los transportistas tienen más fuerza que ellos. "En verano, los camioneros se manifestaron y cortaron el paso al vertedero de escombros de Toriles. Necesitan sitios para descargar y alguien del Ayuntamiento los autorizó a hacerlo aquí. Eso es lo que nos han dicho ellos".

Nadie ha dado tal autorización, pero la Policía Municipal no toma medidas.

"Lo único que pueden hacer los transportistas, y no como un permiso sino como una obligación, es recubrir el antiguo vertedero de Toriles con una capa de tierra vegetal, para recuperar el terreno", afirmó la responsable municipal de Medio Ambiente, Esperanza Aguirre. "Yo supongo que, amparados en esa obligación, algunos transportistas se están aprovechando", dijo la concejala que recordó que en agosto se ha habilitado un nuevo vertedero, en la carretera de Burgos.

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