FESTIVAL DE GRANADA

Ros Marbá y la Filarmonía clausuran el certamen

El concierto final del 38º festival granadino, celebrado el domingo, ha marcado el punto más elevado de calidad y el mejor rendimiento de la orquesta Filarmonía de Londres, gracias sin duda al impulso creativo, desentrañador y tensamente expresivo del director catalán Ros Marbá.

Hace unos días se publicó un interesante artículo del compositor Francisco Guerrero (Jaén, 1951), nombre destacado de la denominada "escuela de Granada", en el que se des califica en bloque y sin distin gos a toda la música española actual. Creo que se equivoca Guerrero, y para demostrarlo ahí está su ...

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El concierto final del 38º festival granadino, celebrado el domingo, ha marcado el punto más elevado de calidad y el mejor rendimiento de la orquesta Filarmonía de Londres, gracias sin duda al impulso creativo, desentrañador y tensamente expresivo del director catalán Ros Marbá.

Hace unos días se publicó un interesante artículo del compositor Francisco Guerrero (Jaén, 1951), nombre destacado de la denominada "escuela de Granada", en el que se des califica en bloque y sin distin gos a toda la música española actual. Creo que se equivoca Guerrero, y para demostrarlo ahí está su Antar-Atman. Una buena versión de los filarmónicos londinenses guiados por Ros Marbá impuso el fuerte talante de la página de Guerrero, quien saludó por dos veces junto a sus intérpretes.En El mar debussyano y en la Sinfonía número 2 de Brahms, Ros Marbá convenció a todos y para empezar a los filarmónicos porque supo saca el máximo resultado que per mite el régimen de trabajo de estas grandes formaciones británicas: muchos ensayos con muy diversos maestros y pocos con cada uno de ellos.

El genial tríptico marino, tan alejado del simbolismo de La siesta de un fauno, del repertorio sugerente de sensa ciones de Iberia o del atematismo de Juegos, fue entendido por Ros Marbá en sus valores plásticos, poéticos y constructivos, que se resuelven en una música fascinante y distanciada.

La poética de Brahms es, como bien se sabe, muy otra cosa: en su forma, progresiva sobre la de sus antecesores; en su fondo, habitado por una cierta sustancia schubertiana; en su lírica, reveladora de un tardo-romanticismo intimista poco proclive a la espectacularidad; en su combinatoria, en la que el músico hamburgués logra sonidos nuevos sin otro verdadero antecedente que el de Roberto Schumann. Todo esto comporta algo así como un precipitado cultural en el que sabe internarse Ros Marbá con ánimo de revelación hasta darnos una versión convulsiva que obliga a la participación, entrega y explosión entusiasta, como sucedió con el público que siguió el gran concierto en el anillo renacentista impuesto por Carlos V al detallismo complaciente de la arquitectura árabe.

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