Crítica:CINE

La reserva de los aventureros

De la misma manera que la política contemporánea ha devorado mitos y grandes convicciones también el mundo se ha ido quedando pequeño para los espíritus aventureros. El cine, en un momento dado, ante esa falta de paraísos o infiernos que explorar, decidió embarcar sus ficciones en naves espaciales y salir en busca de entretenimiento. Ahora, cuando se ha descubierto que una galaxia se asemeja a otra como Pili a Mili, los viajeros inquietos recalan en África. Gorilas en la niebla es un biopic fragmentario de Dian Fossey, una esforzada mujer de Kentucky que dio sentido a su vida al convert...

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De la misma manera que la política contemporánea ha devorado mitos y grandes convicciones también el mundo se ha ido quedando pequeño para los espíritus aventureros. El cine, en un momento dado, ante esa falta de paraísos o infiernos que explorar, decidió embarcar sus ficciones en naves espaciales y salir en busca de entretenimiento. Ahora, cuando se ha descubierto que una galaxia se asemeja a otra como Pili a Mili, los viajeros inquietos recalan en África. Gorilas en la niebla es un biopic fragmentario de Dian Fossey, una esforzada mujer de Kentucky que dio sentido a su vida al convertirse en estudiosa y protectora de gorilas salvajes, una especie amenazada de extinción.Dian Fossey murió asesinada en 1985, un crimen que hoy sigue sin resolverse y para el que hay varios culpables posibles, pues muchos eran los interesados en la desaparición de una ecologista radical que impedía que los cazadores furtivos y los traficantes de animales continuasen despoblando de gorilas los montes Karisoke, en Ruanda. Todo esto, así como el breve e imposible romance entre Dian Fossey y el fotógrafo Bob Campbell, colaboradores distinguidos ambos de la revista National Geographic, es lo que quiere contar Michael Apted en la película. Y la verdad es que se queda a mitad de camino.

Gorilas en la niebla

Título original: Gorillas in the mist. Director: Michael Apted. Guión: Anna Hamilton Pholan, basado en la obra de Dian Fossey. Fotografía: John Seale. Música: Maurice Jarre. Intérpretes: Sigourney Weaver, John Omirah Miluwi, Bryan Brown, Julie Harris, Ian Cuthberston y Constantin Alexandrov. Estadounidense, 1988. Estreno en Madrid: cines Avenida, Cid Campeador, Juan de Austria, Novedades, Aluche y California.

Según parece, Dian Fossey, además de hacer un censo exacto de la población gorilera de Ruanda y de actuar como niñera armada de sus primates, escribió también un libro en el que exponía una serie de observaciones sobre la vida de los gorilas, sus costumbres y maneras de comunicarse. No hay duda de que la primera parte de su trabajo, con todas las argucias y energías que tuvo que desplegar, para realizarlo con éxito, ya es de por sí materia suficiente para una buena película de acción, pero el relegar el aspecto reflexivo y sistemático, investigador, de la obra de Dian Fossey nos priva de una dimensión del personaje, la dimensión que debiera permitirnos comprender el porqué de una opción vital tan peculíar. Pretender la complicidad de todas las plateas mundiales para con esta fanática de los gorilas es quizá mucho pedir, sobre todo cuando nos faltan datos para compartir su entusiasmo. Esta laguna es la que Apted y su guionista han procurado llenar inventando una historia de amor en la línea de Mémorias de África, es decir, reconduciendo lo extraordinario al terreno trillado de las convenciones genéricas y arropándolo con los arpegios empalagosos de Maurice Jarre.

Gorilas en la niebla es una gran producción, encabezada por una Sigourney Weaver que oposita de nuevo al Oscar, realizada de un modo muy académico, sin otra sorpresa que la de la valentía del equipo técnico-artístico, que ha filmado los gorilas y ha actuado junto a ellos como si de animales domésticos se tratara. Ver a la protagonista tendida en la hierba junto a una bestia de más de 250 kilos y de reacciones relativamente previsibles transmite esa corriente de emoción propia del documental.

Mientras el país se desangra en una guerra civil incomprensible para un occidental -que tampoco tiene ningún interés en comprenderla-, mientras la población nativa se alquila a bajo precio como porteador o guía, mientras el mundo se agita de forma absurda, Dian Fossey lucha por sus gorilas. Las boas, los pájaros, los antílopes o las personas carecen de importancia, pueden acabar enjaulados o muertos, pero eso no debe sucederles a los grandes simios. Su aventura, como la de un coleccionista, excluye todo lo demás y cobra sentido por eso, por su exclusividad. Y África es el decorado ideal, una reserva de exclusivas en la que saberse distinto en una época en la que hasta la asistencia a los museos se ha masificado.

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