Antológica de Andy Warhol en el MOMA

Dos años después de su muerte, el Museo de Arte Moderno de Nueva York revisa su obra

El primer cuadro del recorrido de la magna exposición del Museo de Arte Moderno (MOMA) neoyorquino muestra -tal cual- dos tiras de fotos de foromatón de un chico rubio con gafas de sol. El marco, no plateado, sino de plata, y su contenido, pertenece a la colección privada de Robert Mapplethorpe, conocido fotógrafo de moda y de moda. Las fotos, impersonales, fueron hechas en 1964, y el chico no es rubio, sino un albino que confundió las canas con un estilo y una imagen que trató de cambiar vehementemente. Se llamaba Andrew Warhola y nació en Pittsburg el 6 de agosto de 1928.

El Museo de ...

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El primer cuadro del recorrido de la magna exposición del Museo de Arte Moderno (MOMA) neoyorquino muestra -tal cual- dos tiras de fotos de foromatón de un chico rubio con gafas de sol. El marco, no plateado, sino de plata, y su contenido, pertenece a la colección privada de Robert Mapplethorpe, conocido fotógrafo de moda y de moda. Las fotos, impersonales, fueron hechas en 1964, y el chico no es rubio, sino un albino que confundió las canas con un estilo y una imagen que trató de cambiar vehementemente. Se llamaba Andrew Warhola y nació en Pittsburg el 6 de agosto de 1928.

El Museo de Arte Moderno de Nueva York abre hoy con la primera exposición retrospectiva de Andy Warhol. En una época en que su obra ha sido hipervalorada, la crítica experta busca las claves de un éxito tan ambiguo como notable. En la planta baja y en el sótano del museo se ofrece una obra exhaustiva tan exagerada como la ciudad misma. Las cifras, 300 pinturas, dibujos, esculturas, fotografías y películas... procedentes de nueve países, de colecciones públicas y privadas y que engloban el trabajo de un director de arte entre 1956 y 1987, resultan tan agobiantes como la impresión que causa una rápida visita.En los dos últimos años, desde su muerte, un 22 de febrero de 1987, su legado artístico continúa sin acabarse de catalogar, y su influencia en las corrientes económico-artísticas no ha sido todavía valoradas con objetividad a pesar del esfuerzo de sus herederos y de los encargados de esta exposición. Meses antes de su muerte, Sotheby's vendió 200 billetes de 1 dólar a un precio récord de 385.000 dólares (cerca de 45 millones de pesetas). El pasado año la misma sala de subastas vendió su Marilyn Monroe por 3,96 millones de dólares.

Miles de objetos de su propiedad, muchos de ellos nunca desempaquetados, ocuparon los almacenes de la compañía de subastas para venderse a precios exorbitantes, incluidas las piezas que todavía se podrían encontrar en las tiendas por menos de 10 dólares; y en estos días de aniversario, la revista Interview vuelve a poner uno de sus autorretratos en portada para aumentar su tirada, a pesar de que su nombre ya no figura en la mancheta.

La oportunidad ahora es única para tratar de comprender la producción de un artista que quiso ser como una máquina y alimentó una cultura intrínsecamente neoyorquina. En Manhattan tuvo The Factory, donde se reunían sus amigos, donde le asediaron los disparos de Valerie Solanis en 1968, se produjeron más de 15 películas junto a Paul Morrissey, se dirigió Interview y se multiplicaron sus piezas hasta tapizar el mundo en dos dimensiones.

La exposición se ordena entre la cronología y su temática, centrándose en los años sesenta, con un 75% de las piezas expuestas, época en que su trabajo resultó más revolucionario.

De los cincuenta se muestran sus decorados de escaparates, las primeras marcas comerciales, la nariz de un perfil antes y después de una operación estética, revelando su ímpetu por transformarse en otra persona, huir de su propia imagen y confundirse entre las masas. Si la publicidad usurpaba entonces estilos de las bellas artes, la pintura tenía todo el derecho a inspirarse en las técnicas publicitarias, de adoptar formas y adaptarse a una cultura masificada. A principios de los sesenta copiaba en crayón y acrílico las viñetas de Superman; limitándose poco después a recortalas, pegarlas de dos en dos y dejar caer unas gotas de acuarela a su alrededor.

Repetición

La serigrafía le permite repetir indefinidamente y alejarse de un producto como el detergente Brillo, reproduciendo la realidad de sus cajas en bloques de madera donde Heinz, Del Monte y Campbell's ascienden, por obra y gracia de la reproducción, al mundo del arte.En esta exposición se reúnen las más conocidas versiones de Campbell's con dibujos gigantescos más elaborados. La lata aparece a lápiz, en acrílico y óleo, a punto de perder su prodigiosa etiqueta..., Las ampliaciones gigantescas de fotografías de accidentes, desastres y las series de las sillas eléctricas se reúnen con los primeros héroes de lo que será un largo catálogo de elogios, envidias, alabanzas y seducciones, mientras el rostro de la viuda de Kennedy se esconde tras sus velos y Elvis se yergue seductor y altanero.

Cuando se aparece en la sala de Leo Castelli con los globos nubes de plata -que saludaban a los invitados a las inauguraciones previas- acepta el reproche del patrón animándole a hacer una obra vendible. Warhol vivía entonces, y parte de la tribu de The Factory, de un salario de 1.000 dólares semanales que Castelli proporcionaba a cambio de la opción en toda su producción artística, cuando ésta se realizase. Entonces decidió empapelar la galería con el papel de las vacas, rodeando de mugidos pop un ambiente necesitado de amenidades. El arte de consumo le define con la crítica que Morrissey le hace: las vacas acababan en la línea de corte del papel, y el papel pintado, se supone, debe esconder precisamente esa línea. "Ya sé que ésta no es manera de hacer papel pintado, por eso lo estoy haciendo así".

Museos y grandes almacenes

A las vacas les siguieron mil imágenes de Mao, que aquí, con su rostro morado, sirven para recoger las variantes a lápiz y serigrafía sobre el retrato del autor del Libro Rojo. Si los museos se parecen cada vez más a los grandes almacenes, en esta exposición la similitud se glorifica. Es una visita a la fama de consumo que merece tiempo. Sus autorretratos se mezclan con las seductoras sonrisas de Marilyn, la de Mona Lisa, y la última Cena plagada de marcas comerciales.La magia macabra de la calavera se repite en todos los colores, y junto al signo del dólar de sus últimos años se encuentran las serigrafías de una hoz y un martillo desordenados.

Muchas de las piezas aquí recogidas pueden encontrarse en las galerías comerciales, llamando la atención de los turistas en los escaparates, mientras se echan en falta algunas imágenes más conocidas.

Sin embargo, uno puede acercarse a las Pinturas de oxidación, que se convirtieron en un mito al saber que entre los materiales se encontraban los resultados de su propia orina como agente oxidante.Los retratos de amigos y famosos forman un grupo aparte y están ampliamente representados. Desde las seis caras de Mick Jagger hasta Hockney chupándose un dedo, Liz, Lisa y la mirada paternal de Castelli.

Vistos en conjunto recuerdan las imágenes de computadora que los cirujanos plásticos modernos ofrecen a sus clientes potenciales, en un afán de seducción cargado del glamour de lo posible. Al fin, la transformación era su inquietud, un deseo desvergonzado por convertir, cambiar...

El museo predice un éxito similar al de la exposición de Picasso, temiendo colas que rodeen el bloque de la calle 53 mientras permanece en estos locales hasta el 2 de mayo. La muestra, que ha sido posible gracias a una ayuda de la compañía Knoll, se completa con la exhibición de 12 películas del artista, y después viajará a Chicago, Londres y Milán para terminar en 1990 en el Centro Pompidou, de París.

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