Tribuna:ANÁLISIS

La 'coronación' de Carlos Andrés Pérez

La recepción a la Prensa internacional puso ayer fin en Caracas a los actos de lo que el ingenio local ha calificado de coronación de Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela. Unos fastos, modestos si se los compara con las celebraciones del sha en Persépolis en 1971, pero curiosos en una economía a la que el petróleo no puede ya redimir de antiguos despilfarros.

Unos millones de dólares para que el pueblo contemplara, siempre a través de la vidriera de la televisión, cómo CAP, quizá II, puesto que éste es su segundo mandato presidencial, desplegaba su formidable capacida...

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La recepción a la Prensa internacional puso ayer fin en Caracas a los actos de lo que el ingenio local ha calificado de coronación de Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela. Unos fastos, modestos si se los compara con las celebraciones del sha en Persépolis en 1971, pero curiosos en una economía a la que el petróleo no puede ya redimir de antiguos despilfarros.

Unos millones de dólares para que el pueblo contemplara, siempre a través de la vidriera de la televisión, cómo CAP, quizá II, puesto que éste es su segundo mandato presidencial, desplegaba su formidable capacidad de convocatoria a través de ideologías y de históricas rivalidades. Misiones discretas y casi fuera de cuenta como la del ministro paraguayo Jacquet, quien no ha llegado al final de esta kermesse por la apresurada baja de su patrón, Strocssner, junto a un profuso anonimato de antillanos, se codeaban con los grandes del mundo de habla española como Felipe González, Alan García, Rodrigo Borja y Virgilio Barco, entre otros; se producía la ausencia de Carlos Salinas de Gortari justificada por la tradición, y la de Raúl Alfonsín, por la subversión; y sobre todo brotaba todavía apabullante la figura del líder cubano, Fidel Castro.

Fidel, 30 años después

La explosión en directo del comandante de La Habana ante los medios de comunicación de Caracas llevaba 30 años demorándose, el tiempo que ha tardado en ser invitado Fidel Castro. Una espontánea claque le estaba aguardando deferente, rendida, temerosa de Dios. En una larga entrevista, difundida varias veces al día desde la noche del jueves, el líder cubano ha podido desplegar, paternal e histriónico, jugando el papel de estadista veterano que se dirige a un vasto alumnado continental, su relación casi erótica con la pantalla de televisión. Castro ha presentado a la opinión una Cuba en la que la Sanidad, la Educación, la democracia económica disfrutan de índices del primer y no del Tercer Mundo; se ha declarado precursor de lo que ha llamado una perestroika de la paz en una carta, sólo comparable por su capacidad de anticipación a las predicciones de Fátima, que envió a Gorbachov en 1985, recién puesto el líder soviético en el Kremlim; ha escenificado, en fin, una glasnost cubana de la seducción con el vigor imbatible de sus 60 años, y lo más visible de la opinión venezonala se le ha entregado hipnotizada.CAP ha diseñado su estrategia con la invitación a Castro como una auténtica, en este caso, pereztroika latinoamericana. Situándose en el centro teórico del campo, si acaso acompañado en su casilla por el presidente González, CAP tiende la mano a derecha e izquierda aunque llegando por un lado a Castro sin acercarse por el otro a Pinochet, para trascender de pluralismos ideológicos una realidad entre la desunión inmediata y el sueño de la unidad bolivariana.

El gran castillo de fuegos artificiales que CAP lleva en la cabeza es de los que engendran frustración si no produce prontos resultados. La ciudadanía que decía haber visto coronarse a un faraón, se pregunta hoy qué ha hecho para merecer esto. Y esto es el comienzo del reinado de Carlos Andrés Pérez, que se dobla a sí mismo como el nuevo pacificador de la América hispana. El fantasma de Bolívar es siempre el espectro más fácilmente conjurable en la memoria del pueblo venezolano.

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