Cartas, fotos y textos de Rosa Chacel, en la Biblioteca Nacional

"¿Seré capaz de trabajar?", se preguntaba Rosa Chacel al comenzar uno de sus cuadernos. Y se respondía: "Haré un esfuerzo supremo". Nada más. La primera pregunta queda desmentida por la evidente demostración de que ha cumplido la segunda, según se puede ver en la exposición dedicada a la escritora vallisoletana, inaugurada ayer en la Biblioteca Nacional, con su asistencia.La exposición de Rosa Chacel, que se inscribe en las dedicádas a los ganadores del premio de las Letras Españolas, que ella obtuvo en 1987, y del premio Cervantes, muestra las primeras ediciones de todas sus obras, relata su ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

"¿Seré capaz de trabajar?", se preguntaba Rosa Chacel al comenzar uno de sus cuadernos. Y se respondía: "Haré un esfuerzo supremo". Nada más. La primera pregunta queda desmentida por la evidente demostración de que ha cumplido la segunda, según se puede ver en la exposición dedicada a la escritora vallisoletana, inaugurada ayer en la Biblioteca Nacional, con su asistencia.La exposición de Rosa Chacel, que se inscribe en las dedicádas a los ganadores del premio de las Letras Españolas, que ella obtuvo en 1987, y del premio Cervantes, muestra las primeras ediciones de todas sus obras, relata su vida mediante cronologías e imágenes, alude a las lecturas que marcaron su infancia y a los escritores que encaminaron su obra, y ofrece una muestra de su correspondencia privilegiada con escritores de todo un siglo.

Tres fotografias de la escritora en un color marrón que ya no se hace la muestran, sucesivamente y vestidade romana, bebiendo una copa de vino y finalmente caída, como muerta. El pie de la secuencia, tomada en Asturias en 1929, está extraído de otro de sus libros: "El suicidio es más fácil asumirlo si se cree en la supervivencia del alma que si no se cree. Es más fácil afrontar el castigo eterno que escaparte de la eternidad a la nada".

En otra ocasión, 1938, se ve a la escritora en un escenario de ruinas griegas. La leyenda dice: "(Con Kasantsakis) practiqué un ejercicio que nos inspiró la inmensidad... Subíamos por las noches a la Acrópolis y escuchábamos el silencio; nada debía romperlo, pero algo había que decir, y se nos ocurrió ladrar... Ladramos con gran perfección y nos contesta-ron todos los perros de Atenas".

La correspondencia de la escritora es sin duda uno de los mayores intereses de la exposición.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En