Crítica:'ROCK'

Por la epilepsia hacia el poder

La contemplación de Iggy Pop sobre el escenario plantea un choque mental dificil de resolver. Iggy no tiene nada de jovencito, pero su pose escénica y su planteamiento musical supera en agresividad y dureza a la mayoría de los jóvenes rebeldes que, generalmente pertrechos de mínimos conocimientos musicales, acosan al personal con actuaciones desenfrenadas y sucias.El punk murió oficialmente hace años, pero Iggy Pop no se ha dado por enterado, y, así, la tremenda energía que expele desde el escenario retrotrae a las mejores épocas de los cuerpos llenos de imperdibles y demás ...

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La contemplación de Iggy Pop sobre el escenario plantea un choque mental dificil de resolver. Iggy no tiene nada de jovencito, pero su pose escénica y su planteamiento musical supera en agresividad y dureza a la mayoría de los jóvenes rebeldes que, generalmente pertrechos de mínimos conocimientos musicales, acosan al personal con actuaciones desenfrenadas y sucias.El punk murió oficialmente hace años, pero Iggy Pop no se ha dado por enterado, y, así, la tremenda energía que expele desde el escenario retrotrae a las mejores épocas de los cuerpos llenos de imperdibles y demás parafernalia punkie. Pese a ello, las contorsiones enfermizas y tremendamente tensas que Iggy, Pop repite una y otra vez sobre el escenario no mueven cadena alguna. Tan sólo un chaleco desabrochado cabalga una y otra vez sobre su leptosomático y fibroso cuerpo al ritmo obsesivo de intensos rif de guitarra que oscilan entre el punk más sucio y el heavy.

lggy Pop

Iggy Pop, voz; Alvin Gibbs, bajo; Seamus Beaghen, guitarra; Andy McCoy, guitarra; Paul. Garisto, batería. Sala Jácara. Madrid, 25 de noviembre.

Sorprende la vitalidad de este hombre que convirtió su cuerpo en una farmacia ambulante y que es la mejor propaganda de las curas de desintoxicación que puede verse sobre un escenario. Lo que se oye conlleva más reticencias. No parece lógico que los planteamientos musicales de 1988 puedan recibir con alegría la suciedad y continua repetición de que hacen gala los acompañantes de lggy. Él está a salvo de ello, no por inocente, sino por su propia credibilidad. Iggy no sería aceptado por sus seguidores -su último disco ha vendido 4.000 copias en nuestro país- sin la carga de tensión y desesperada agresividad que aún hoy es capaz de transmitir este fantasma redivivo.

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