Crítica:CANCIÓN

Temeridad digna de mejor suerte

En los últimos años, Raimon ha meditado mucho todas sus actuaciones, ha preferido cantar poco, pero hacerlo en lugares y momentos escogidos, cuando su presencia tuviese algún significado. Por esta razón, las últimas actuaciones de Raimon en Barcelona habían estado siempre secundadas por el éxito. Por esa misma razón sorprendió su presencia en el Poble Espanyol, en una programación veraniega marcada por las verbenas populares y el cine familiar.Era temerario pensar que Raimon podía llenar el amplísimo recinto en un caluroso viernes de agosto, cuando la nota más característica de la ciudad es el...

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En los últimos años, Raimon ha meditado mucho todas sus actuaciones, ha preferido cantar poco, pero hacerlo en lugares y momentos escogidos, cuando su presencia tuviese algún significado. Por esta razón, las últimas actuaciones de Raimon en Barcelona habían estado siempre secundadas por el éxito. Por esa misma razón sorprendió su presencia en el Poble Espanyol, en una programación veraniega marcada por las verbenas populares y el cine familiar.Era temerario pensar que Raimon podía llenar el amplísimo recinto en un caluroso viernes de agosto, cuando la nota más característica de la ciudad es el éxodo de sus habitantes hacia lugares y climas más soportables. Era temerario y no se consiguió a pesar de la abundante publicidad. La asistencia se quedó en menos de la mitad de las sillas dispuestas en la plaza, pero tampoco sería coherente hablar de pinchazo, porque reunir en esas condiciones a más de 600 personas sin tener nada nuevo que explicarles roza los límites de la heroicidad. Además, aquel público no estaba allí por casualidad, eran raimonianos de toda la vida, característica comprobable por la direccionalidad de los aplausos, siempre destinados a puntuar las viejas canciones, aquellas de cuando luchar contra la censura unificaba gustos y preferencias.

Recital de Raimon

Lluís Rosselló y Ramón Escalé, teclados. Miquel Blasco, guitarra. Mario Rossy, bajo. Ezequiel Gillem, batería.Poble Espanyol, Barcelona, 19 de agosto.

Fidelidad

A Raimon le está sucediendo un fenómeno preocupante que se repitió en el Poble Espanyol: el público, su público, sigue manteniéndose fiel a su música y a su imagen, pero acude a sus recitales con el único ánimo de escuchar las canciones de antaño, pasando discreta y educadamente sobre toda su nueva producción.Ya no se corea Al vent o Diguem no, como mínimo no se corea a voz en grito, pero la participación, ahora matizada por un cierto pundonor, sigue teniendo la misma intensidad; una participación que no se consigue con temas mucho más elaborados poética y musicalmente. El público de Raimon, a pesar de provenir de clases sociales intelectuales, prefiere al primitivo cantante mitinero con su silla y guitarra acústica mal rascada que al cantante que sabe matizar sus frases y decirlas con el corazón rodeado de un contundente grupo instrumental.

Cantantes hay muchos y Raimon sólo había uno, y ahora el noi de Xàtiva, con su actual apariencia de serio y atildado profesor universitario, está pagando el coherente y necesario abandono de una postura que en estos momentos resultaría como mínimo incongruente. La suerte para Raimon es que su público le va seguir siendo fiel siempre y cuando, en algún momento de sus recitales, tome su guitarra y su silla y cante en solitario alguna de esas viejas canciones / himnos y su voz vuelva a romperse en el momento adecuado.

En el Poble Espanyol sucedió eso: el público asistió respetuoso y atento a la presentación escogida del material más reciente, pero se volcó cuando fueron apareciendo las primeras notas de Veles e venis, Amanda, Jo vinc d'un silenci, Com un puny o las ya mencionadas Al vent y Diguem no. Las canciones recientes se escuchan, se saborean y se aplauden antes de olvidarse, pero siempre a la espera de las referencias raimonianas inevitables y todavía emocionantes.

Raimon, que no presentó ningún tema nuevo y esbozó las directrices que marcarán sus próximos trabajos, cantó con fuerza y supo aprovechar la intimidad que le proporcionaba el entorno y la espléndida sonorización. Demostró, una vez más, que con el paso del tiempo ha sabido solidificar su personalidad, rodearla de coherencia y de musicalidad, pero no triunfó por su presente, sino por el hecho de llamarse Raimon y ser quien es, lo que no es criticable porque sus esfuerzos le ha costado. Y este hecho objetivo y demasiado significativo es el que plantea un futuro cargado de incógnitas; es necesario esperar, cruzar los dedos y desear suerte a quien ha dado suficientes muestras de merecerla.

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