Los escritores portugueses afrontan la guerra colonial como tema literario

Una comisión nacional creada por el Gobierno portugués ha recibido el encargo de rescatar la memoria de las carabelas y de los navegantes que "ensancharon el mundo, la fe y el imperio". El debate, sin embargo, ha reabierto otra herida. Hace 13 años que el último soldado portugués dejó Africa, donde durante más de una década el Ejército luso sostuvo en tres frentes una de las últimas guerras coloniales clásicas. En el espacio de pocos meses algunos de los mejores novelistas portugueses del momento han publicado obras inspiradas en los años de la guerra.

No se trata, como en libros anteri...

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Una comisión nacional creada por el Gobierno portugués ha recibido el encargo de rescatar la memoria de las carabelas y de los navegantes que "ensancharon el mundo, la fe y el imperio". El debate, sin embargo, ha reabierto otra herida. Hace 13 años que el último soldado portugués dejó Africa, donde durante más de una década el Ejército luso sostuvo en tres frentes una de las últimas guerras coloniales clásicas. En el espacio de pocos meses algunos de los mejores novelistas portugueses del momento han publicado obras inspiradas en los años de la guerra.

No se trata, como en libros anteriores, de relatar la guerra, de prestar testimonio o de ajustar cuentas pasadas. Lidia Jorge, Lobo Antunes y Joâo de Melo, que tienen en común el hecho de haber tenido 20 años cuando empezó la guerra, están, cada uno a su manera, preocupados con los juegos de la memoria colectiva e individual, sus manipulaciones, inconscientes o deliberadas.Lidia Jorge afirma que no tuvo intención de hacer "obra de circunstancia" y que A costa dos murmúrios surgió ahora, no porque los años transcurridos permiten tocar sin pasión las "viejas heridas", sino porque estas memorias todavía duelen, "y porque las personas no quieren enfrentar este dolor (...) crearon una super-realidad, un alejamiento temporal mayor que el tiempo que efectivamente pasó".

Es también contra la memoria, mitificada y mistificadora, que Lobo Antunes arremete en las naus, pero con una furia iconoclasta que abarca todo el "ciclo imperial", los 500 años que separan la ida de las carabelas del regreso de los colonos de África.

Las naus de Lobo Antunes, que traen a Lisboa los tristes despojos del imperio, se cruzan en el estuario del Tajo con la escuadra de la OTAN, pero, en el preciso momento en que la iconografía oficial pretende ofrecer los "grandes capitanes" inmortalizados en bronce.

Manipulación de la memoria

Manipulación de la memoria objetiva por la memoria subjetiva, denunciada a gritos por Lobo Antunes y entre murmurios por Lidia Jorge, que precede y explica la guerra en vez de ser apenas una de sus consecuencias, por que brota de una sociedad, de un régimen, en el cual la mayoría de los portugueses adquirieron, como dice Lidia Jorge, el hábito de "interiorizar gestos que son apenas exteriores, por miedo de dejar que los verdaderos sentimientos y pensamientos lleguen a la superficie".De la conspiración del silencio que rodeó la guerra en África Joâo de Melo rescata unas decenas de voces, que en uno y otro campo, durante y después de la contienda, se atrevieron a rasgar el velo púdico de las verdades oficiales. La antología de Joâo de Melo no pretende ser un inventario, y obedece a criterios personales y literarios, pero llama la atención sobre el fenómeno que permitió silenciar obras tan numerosas y de tanta calidad.

Al punto de que, cuando el Estado Mayor del Ejército, encargado de reunir los documentos y testimonios relativos a las "campañas de África", lo que resurge naturalmente bajo la pluma de los coroneles y generales de hoy es la misma ideología, la misma concepción de la historia, de la patria y del papel de Portugal en el mundo que alimentaron la propaganda de guerra.

Como si no hubiesen acontecido los movimientos de liberación triunfantes, la revolución de los claveles, el cambio de régimen, los militares portugueses pretenden aún hoy negar, no la derrota, sino la mismísima voluntad de independencia de los pueblos colonizados. La guerra estaba "prácticamente vencida" cuando se dio el Veinticinco de Abril, porque, fuera de unos puñados de terroristas manipulados por las grandes potencias, que hacía más de un siglo querían apoderarse de los territorios portugueses de África, la inmensa mayoría de los africanos deseaba la protección, la presencia pacificadora de los portugueses.

En un coloquio entre estudiantes de letras de Lisboa sobre La literatura y la guerra colonial era obvia la dificultad que "Ios que conocieron la guerra y la condenaron" tienen, aún hoy, para comunicar con la "generación de la posguerra", que se niega a admitir como también suyos los errores, la derrota, las cobardías de la generación anterior.

Un estudiante extranjero arriesgó una explicación para el "complejo de culpa" que los portugueses, salvo rarísimas excepciones, alimentan en relación a sus guerras coloniales. De allí el papel insustituible de la literatura, como recreación de experiencias, como psicodrama.

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