Sorpresas en la noche

El Jazzaldia donostiarra no se limita exclusivamente a los macroconciertos de Anoeta. Existe un segundo festival, aparentemente menos vistoso pero, como mínimo, con la misma efectividad. Por tina parte, una treintena de conciertos se están desarrollando en diversas localidades cercanas a San Sebastián; por otra, los clubes de la capital, donde pueden surgir las sorpresas cuando ya parece que la noche musical ha finalizado. Es el momento de las jam-sessions. Como cuando al quinteto que formaba la sección rítmica de Carmen McRae con Vlady Bas y Javier Garallalde se añadieron una buena par...

El Jazzaldia donostiarra no se limita exclusivamente a los macroconciertos de Anoeta. Existe un segundo festival, aparentemente menos vistoso pero, como mínimo, con la misma efectividad. Por tina parte, una treintena de conciertos se están desarrollando en diversas localidades cercanas a San Sebastián; por otra, los clubes de la capital, donde pueden surgir las sorpresas cuando ya parece que la noche musical ha finalizado. Es el momento de las jam-sessions. Como cuando al quinteto que formaba la sección rítmica de Carmen McRae con Vlady Bas y Javier Garallalde se añadieron una buena parte de los sopladores de la Big Band de Gerry Mulligan, o cuando su trompeta solista, Barry Ries, se sentó a la batería como si fuese el instrumento de toda su vida, o cuando Frank Laey y Gerald Bazel, después de su agotador concierto con la Brass Fantasy de Lester Bowie, prefirieron ocupar las cuatro horas de descanso sustituyendo a VIady Y Dusko Gojkovic al frente del trío de Iñaki Salvador con un Jordi Rossy en vena de acierto. Todo es posible en la noche donostiarra cuando el festival parece haber acabado. Si la sorpresa no se presenta en forma de jam, Ignasi Terraza, Jean Marte Ecay o el grupo nortiego Masqualro, cada vino en su estilo, se encargan de hacer un jazz de altura. Más que un compleinento, estas sesiones se han convertido en un segundo festival.