Tribuna:

El esqueleto y la metáfora

El loro de Paubert fue un aviso para los lectores españoles. Antes y después, Barnes, este inglés continental que hubiera querido ser un novelista francés, ha escrito algunas obras que ahora empezarán a ser conocidas. La última de ellas, Starting at the sun (Mirando al sol, fue una nueva sorpresa para sus seguidores británicos, que ya han comprobado que la pasión literaria no reduce el universo de Barnes al puro ejercicio de la metáfora, sino que le conduce a una ficción preocupada por la historia y por los detalles de esa historia.Barnes, europeo en su lenguaje e internacional e...

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El loro de Paubert fue un aviso para los lectores españoles. Antes y después, Barnes, este inglés continental que hubiera querido ser un novelista francés, ha escrito algunas obras que ahora empezarán a ser conocidas. La última de ellas, Starting at the sun (Mirando al sol, fue una nueva sorpresa para sus seguidores británicos, que ya han comprobado que la pasión literaria no reduce el universo de Barnes al puro ejercicio de la metáfora, sino que le conduce a una ficción preocupada por la historia y por los detalles de esa historia.Barnes, europeo en su lenguaje e internacional en los símbolos que utiliza, forma parte de una generación de ingleses que nació a la historia del gusto consumiendo sin la reticencia brumosa del pasado todos los productos europeos. Entre esos productos figuran en cantidades similares el queso gruyére y las aventuras quijotescas de Bouvard y Pecuchet, aquel viaje inacabado de Flaubert. También tiene en la retina una estancia en Ronda, donde su colega Martin Amis tiene una casa, y un acento francés que parece proceder de la propia Ruán, así como una curiosidad que uno juzgaría impropia de los ingleses si no fuera porque ese tópico sobre el carácter inglés tampoco responde a la verdad.

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Ese carácter universal de sus materiales, de su memoria y de sus símbolos es el que le ha hecho decir a Barnes que él hubiera querido ser un novelista francés. Ya lo es en realidad, en el sentido de que un buen novelista es un novelista de todas partes, porque ésa es una raza que no se da en las islas ni en los continentes, sino que habita allí donde esté el narrador capaz de sorprenderse a sí mismo cuando descubre la identidad de los personajes que convoca.

Julian Barnes eligiók a Flaubert como sujeto central de su principal obra de ficción, acaso para mostrar de manera inequívoca cuál es el origen de su pasión literaria. El fundador de la novela moderna le da a este inglés anguloso, que alguna vez fue periodista, los argumentos precisos para despojarse de la tentación de quedarse en el esqueleto de lo que sería una narración pura. El humor, el distanciamiento irónico y la abundancia de personajes son los elementos que en esa obra concentran la esencia de su lenguaje y revisten ese esqueleto con la eficacia y la sabiduría que ofrece a los innovadores el conocimiento de la tradición.

Ese estilo preciso y abundante que se consagra en El loro de Flaubert no ha convertido a Barnes, ni mucho menos, en el autor de un solo libro. Al contrario, cada una de las obras de este inglés del norte de Londres tiene una unidad diferente, una dirección distinta, una historia que se defiende por sí n-úsma. Mirando al sol es un pequeño monumento a la tradición narrativa europea, que no desdeña el dato en favor de la introspección, aunque se sirva de ambos elementos, y Antes de conocernos, que es una historia de amor y de celos, profundiza en su capacidad para descubrir en los personajes la facultad que éstos tienen para asombrarse mientras van creciendo, sorprendiendo, por tanto, al propio autor. La obra de Barnes es fruto de la sorpresa ante la posibilidad de la metáfora, que es la forma más evidente de la pasión literaria. La conjunción conflictiva de ambos elementos es lo que hace que su escritura se aleje de la habitual colección de cadáveres exquisitos de que suele estar saturada la literatura de moda y se convierta en lo que es: un continente vestido y vivo, el espejo de un novelista de cuerpo entero.

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