Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Vísión optimista de Beethoven

El segundo y último programa de la orquesta de Baviera, dirigida por Carlos Kleiber, estuvo enteramente dedicado a Beethoven con dos sinfonías bien contrastadas: la cuarta, de 1806, y la séptima, de 1812. El origen clásico vienés de Beethoven aparece con claridad en la Sinfonía en si bemol; la apoteosis rítmica, la potencia energética movida esta vez por un sentimiento optimista, decide la Sinfonía en la.El entusiasta lector de Homero se alía aquí con el seguidor de la obra completa de Goethe y Schiller. (No ceso de recomendar a los beethovenianos la lectura del precioso libro de...

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El segundo y último programa de la orquesta de Baviera, dirigida por Carlos Kleiber, estuvo enteramente dedicado a Beethoven con dos sinfonías bien contrastadas: la cuarta, de 1806, y la séptima, de 1812. El origen clásico vienés de Beethoven aparece con claridad en la Sinfonía en si bemol; la apoteosis rítmica, la potencia energética movida esta vez por un sentimiento optimista, decide la Sinfonía en la.El entusiasta lector de Homero se alía aquí con el seguidor de la obra completa de Goethe y Schiller. (No ceso de recomendar a los beethovenianos la lectura del precioso libro de Luigi Magnani Beethoven, lector de Homero, publicado por Einaudi.)

Para los intérpretes -pianistas, grupos de cámara, directores-, Beethoven será siempre problema y piedra de toque. Descubrir los insondables secretos de esa música cruzada en medio de dos siglos de cultura europea, humanizada desde la ternura, la contemplación o la protesta airada, trazada en ocasiones como a grandes brochazos y en otras sutilmente diabólica en el juego de mínimas diferencias de articulaciones y matices, constituye no uno sino todo un mundo de problemas.

Orquesta Sinfónica de Baviera

Festival de Madrid. Orquesta Sinfónica de Baviera. Director: Carlos Kleiber. Obras de Beethoven. Teatro Real. Madrid, 11 de octubre.

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Continuidad y cohesión

Carlos Kleiber se plantea cada sinfonía como un todo unitario que, en el caso de la séptima, alcanza tan poderosa como sorprendente cohesión; el sentido de su continuidad es siempre valorativo de lo presente y lo engendrante gracias al impulso constante, al latido que adquiere más valor vital que simplemente métrico.La relación de los diversos tiempos resulta exacta, y si en el allegro conclusivo hubo instrumentista que se las vio y se las deseó, no fue por puro capricho del director sino porque cuanto antes habíamos escuchado, tal y como lo plantea Carlos Kleiber, demandaba esa vivacidad final para la lógica solución del proceso musical.

Bien sabemos que la cuestión de los tiempos suele ser muy discutida y que cada cual tiene su concepto particular que, quiérase o no, puede verse presionado por distintos factores: acústica de la sala, características de la orquesta, número de ensayos que se hayan realizado y otros más. Lo importante es que, en cada caso, la realización obtenida acuse coherencia en todos los órdenes, poder de comunicación y fidelidad a la ideología básica del compositor.

Carlos Kleiber, con todo y ser un maestro de gran individualidad dentro de una línea objetiva, logró todo ello en muy alto grado. El triunfo fue mayor, si cabe, que el día anterior, y volvieron, como solicitadas propinas, El murciélago y los Truenos y relámpagos, de Juan Strauss, en versiones de auténtica exhibición.

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