Guerrilleros ocuparon el pueblo durante una semana después de arrasar el cuartel policial

Uchiza, un pueblo peruano de casas cuadradas y techos de zinc, ha conocido la notoriedad que nunca tuvo cuando, hace unas semanas, un grupo de guerrilleros, presuntamente de Sendero Luminoso, tomó a sangre y fuego el cuartel policial de la localidad y retuvo la aldea durante siete días. Murieron seis agentes y cuatro campesinos, asfixiados éstos en un incendio que se declaró durante el ataque.

En medio de la exuberante selva amazónica, Uchiza siempre tuvo a su favor la abundancia de agua, la infinita espesura del monte tropical y las riquezas silvestres de una geografía pródiga. Perdido...

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Uchiza, un pueblo peruano de casas cuadradas y techos de zinc, ha conocido la notoriedad que nunca tuvo cuando, hace unas semanas, un grupo de guerrilleros, presuntamente de Sendero Luminoso, tomó a sangre y fuego el cuartel policial de la localidad y retuvo la aldea durante siete días. Murieron seis agentes y cuatro campesinos, asfixiados éstos en un incendio que se declaró durante el ataque.

En medio de la exuberante selva amazónica, Uchiza siempre tuvo a su favor la abundancia de agua, la infinita espesura del monte tropical y las riquezas silvestres de una geografía pródiga. Perdido en la lejanía y la vegetación, resolvió el olvido de las autoridades de Lima y sus deseos de progreso con lo que hoy le dado fama nacional e internacionalmente: la coca.Con ella no sólo llegó el renombre, sino también el consumismo caro, la frecuencia de los vuelos clandestinos y las avionetas de todos los colores y nacionalidades. La circulación fácil de los verdes (dólares) y; obviamente, armas sofisticadas y violencia por todas partes.

A su población original se fue sumando, con el tiempo y el éxito de la producción local de coca, otra proveniente de países limítrofes como Colombia y Ecuador. La iniciativa comercial y la infraestructura económica de los traficantes colombianos, junto al abandono oficial, la generosidad de la naturaleza y la impunidad hicieron el resto de la fama coquera de Uchiza.

La Empresa Nacional de la Coca (ENACO), organismo oficial de comercialíz ación de la hoja de coca para el consumo ancestral interno y para eluso químico llegó a instalarse aquí. Pero la superabundancia del producto, los precios y sobre todo el desequilibrio de fuerzas frente a las de los narcotraficantes, pronto la hicieron desistir. Los planes de sustitución de las plantaciones de coca por otros productos agrícolas, pronto fracasaron.

'Operación Cóndor'

Después, la vida del lugar se equilibró con altibajos. Cadáveres en el río Huallaga, refuerzos policiales con casi 40 agentes y cinco grandes operaciones antidroga. Éstas, llamadas cóndor y apoyadas financieramente por Estados Unidos, han sostenido durante los últimos cuatro años, en plena selva peruana, una agresiva batalla para erradicar el narcotráfico, sin conseguirlo. Sin que hasta ahora haya sido posible probarlo, grupos organizados de gente armada, considerados guerrilleros de Sendero Luminoso, comenzaron a hacer incursiones por el territorio. A las 11 de la noche del 31 de mayo pasado, los ruidos de los animales nocturnos se mezclaron con el los disparos de 300 personas, identificadas como senderistas. Su objetivo era acabar con el puesto policial de Uchiza, donde había 26 agentes.Seis policías murieron y el incendio provocado en la comisaría, que se había propagado a la vecindad, mató por asfixia a cuatro miembros de una familia. El resto de los policías huyeron. Los atacantes recogieron un número desconocido de sus muertos en varias camionetas y volvieron a entrar en la selva.

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Entre 200 y 300 hombres de la Guardia Republicana del Perú recuperaron Uchiza tras una semana en manos de los atacantes. Cerca de 130 agentes de la guardia policial adscrita a la presidencia peruana y que fue relevada tras el motín del 15 de mayo, se encuentran allí.

Mientras tanto, los vecinos del pueblo, declarados en cabildo abierto, enviaron una comisión a Lima para quejarse del abandono en que se encuentran. Las autoridades respondieron con una ceremonia oficial en el Ministerio del Interior, donde se entregaron a los familiares de los seis policías muertos una indemnización de alrededor de dos millones de pesetas.

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