Entrevista:

"España no tiene la velocidad de crucero adecuada para trabajar en la CE"

Declaraciones de Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea

Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario encargado de la política social de la CE, considera que España aún no ha alcanzado la velocidad de crucero que exige la pertenencia a Europa. En su opinión, hacen falta muchas medidas estructurales que sirvan para poner a nuestra economía a un nivel de competitividad. Es necesario reducir los costes de las empresas para aumentar la inversión, pero ello sin disminuir la protección social a los trabajadores. La reducción de las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social tiene que ser compensada por la solidaridad de todos vía ...

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Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario encargado de la política social de la CE, considera que España aún no ha alcanzado la velocidad de crucero que exige la pertenencia a Europa. En su opinión, hacen falta muchas medidas estructurales que sirvan para poner a nuestra economía a un nivel de competitividad. Es necesario reducir los costes de las empresas para aumentar la inversión, pero ello sin disminuir la protección social a los trabajadores. La reducción de las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social tiene que ser compensada por la solidaridad de todos vía impuestos.

En este primer año de pertenencia a Europa, que ha sido duro, no se ha producido, sin embargo, nada peor de lo esperado. Ahora, dice Manuel, Marín, lo que hace falta es un esfuerzo común para lograr ponerse a la hora europea en un plazo de cuatro o cinco años.Pregunta. Este primer año de España en la CE ha sido duro. ¿Qué balance se atrevería a ofrecer?

Respuesta. Se ha producido lo que se esperaba. No ha ocurrido nada tan anormal que haya provocado un choque en la estructura económica española en este primer año de la adhesión. Ha habido efectivamente desviaciones en materia de inflación, problemas de ajustes en determinado sector, en otros un despiste generalizado, pero eso era un dato que se manejaba antes de entrar, porque poner un país como el nuestro a la hora europea es algo que va a costar. Será necesario que pasen al menos cuatro o cinco años para que la gente se dé cuenta de que estamos en Europa. Y esto es algo que afecta desde el Gobierno a la oposición, al Parlamento, empresarios, sindicatos y a todos los sectores productivos.

P. Parece que la adaptación, entonces, es sólo cuestión de tiempo.

R. No, ni mucho menos. Yo, este primer año, he visto un exceso de mentalidad defensiva en muchos sectores de Ja sociedad española e incluso del propio Gobierno. No podemos estar en la psicología del "nos invaden", "se desequilibra la balanza comercial", "no hemos conseguido lo que nos proponíamos...", porque durante estos años es absolutamente normal. Yo sé que tiene efectos económicos y sociales, pero es inevitable que así ocurra. Sin embargo, es imprescindible la convicción de que esto puede funcionar y de que podemos aportar algo a Europa. Lo que hace falta es ponerse a la velocidad adecuada. España todavía no tiene la velocidad de crucero adecuada para trabajar en la Comunidad. Creo que hace falta hacer un enorme esfuerzo para conseguirla entre todos. Tiene que ser un objetivo nacional.

Cambiar la economía

P. ¿La reconversión nacional pendiente para ser Europa, quizá?

R. Hay todavía muchas medidas de tipo estructural que adoptar sin dilación. Nuestro país tiene que lograr el grado de productividad y competitividad que ya tienen otros países miembros. Además, el año que viene la protección efectiva de nuestros productos en frontera habrá bajado aún más. Si en España se crea una situación de demanda y el aparato productivo no es capaz de ofrecer calidad y precio, lo que va a ocurrir es que van a ser los demás países miembros comunitarios los que venderán más, porque ellos ya han tomado este año una serie de medidas para ser el próximo más competitivos y eficaces. Entonces la velocidad de crucero necesaria no puede esperar un año o dos, hay que cogerla ya.

P. ¿Se refiere a liberalizar aún más nuestra economía?

R. No, no me refiero a esa gran palabra que se emplea sin decir cómo hay que liberalizar y por qué. No voy a caer en el engaño de creer que porque se lancen grandes eslóganes las situaciones se resuelven. Si hay que tomar una serie de medidas para que las estructuras sean menos rígidas y los sectores más competitivos, hay que hacerlo por la razón de que los demás Estados miembros lo han hecho como forma de hacer frente al crecimiento económico interno de la CE. Si el comercio mundial no va a ser el elemento que va a permitir el crecimiento económico, Europa tiene que hacerlo por sí misma.

Lo urgente en España es dar ese paso decisivo; si no, se corre el riesgo de reproducir lo que ha pasado este año, que el aparato productivo español no siga forzosamente a estas medidas de liberalización entre comillas que se pueda tomar. Y entonces, quien se lleve el beneficio de esta previsible liberalización no será el aparato productivo español, sino el alemán o francés, que sí han puesto en marcha una serie de medidas que les hacen ser más competitivos.

P. Pero, de esa forma, España necesita a la vez un programa expansivo, porque tenemos casi tres millones de parados.

R. Estoy de acuerdo. Pero el caso de la economía sumergida también nos demuestra que se está reproduciendo en aquellas zonas que tienen un mayor índice de crecimiento económico. Esto es un dato. Y entonces hay muchos países que han hecho emerger progresivamente esta economía oculta sobre la base de haber actuado sobre las estructuras de las empresas. Al haber aligerado la unidad de coste fijo en las empresas, eso ha permitido, evidentemente, que el nivel de competitividad de todos suba.

Protección social

P. Pero también está el coste social.

R. Ojo, sin que eso signifique desprotección para el trabajador. La liberalización no consiste en la desprotección social. En la mayoría de los países, y no conozco otra fórmula mejor, la solución ha sido desviar esa diferencia entre el coste fijo que soportan las empresas a los impuestos. Las fórmulas son variadas, tanto un recargo del IVA como un impuesto de solidaridad específico que hace que todos los ciudadanos paguen esa disminución en las cotizaciones de las empresas. Se trata de un esfuerzo de solidaridad, al objeto de recrear el tejido industrial, ya sea el español, el francés o el alemán.

P. En nuestro país sigue viva la batalla sobre la necesidad de flexibilizar el empleo.

R. La historia de la flexibilidad en el mercado de trabajo en España me deja perplejo. En principio, el que tiene que decir si la legislación española está de acuerdo con la comunitaria soy yo, ya que ésa es mi competencia en la Comunidad. Ese debate diario es absurdo. La legislación española está acorde con el derecho comunitario, y no hay que tocarla. La gama española en cuanto a fórmulas de contratación es de las más avanzadas de Europa. Por otra parte, la protección social no puede desaparecer, porque forma parte de la historia y la cultura europea. No valen los modelos japonés o americano. Europa tiene una entidad propia. Si ha sido capaz de crear el Estado providencia durante los años de las vacas gordas, en los años de crisis tiene que definir un nuevo cuadro de relaciones industriales del año 2000, que revise lo que tenga que revisar, pero siempre a través del acuerdo y del consenso.

P. España va a ser contribuyente neto este año.

R. No va a serlo. Tengo datos que lo demuestran. Esto es un debate totalmente absurdo, que desvía de otras cosas más importantes. En todo caso, si fuera así, será una cuestión que deberá abordar el Parlamento una vez se cierre el ejercicio. Lo que me resulta chocante es que organizaciones que están para hacer otras cosas se estén preocupando de esto o del número de funcionarios que va a haber o no.

Un año de experiencia como comisario europeo

Pregunta. ¿Cuál es su experiencia personal como comisario?Respuesta. Me ha costado mucho adaptarme a esta maquinaria. En la burocracia comunitaria, el factor compromiso tiene lana valoración diferente al de la política nacional, y te tienes que acostumbrar a perder con frecuencia. Es algo que, a nivel gubernamental, normalmente no se produce, porque cuando el que manda es uno, la capacidad de asumir la derrota no existe. Hay que aprender a convivir con que tus puntos de vista resulten frecuentemente derrotados, lo cual es bastante útil. Además, en la Comunidad, un segundo es un mes, y un mes, un año. Esto es lo que cuesta explicar a los Estados miembros, donde la gente está acostumbrada a discutir una semana y que a la siguiente aparezca la norma en el boletín oficial. En esta casa empiezas a ser eficaz después de bastante tiempo; eso de los 100 días no vale. Tomar el aire a los problemas comunítarios y a los 12 añadidos de los Estados entraña una dificultad enorme. Aquí se está sentado no en una butaca, sino sobre una negociación permanente.

P. ¿Cuál va a ser su futuro, volver a España dentro de dos años o ser reelegido comisario?

R. Me acuerdo mucho de España, pero la experiencia de estar aquí es muy interesante, y me gustaría terminar lo que estoy haciendo: la reforma de la política social comunitaria, lograr una mayor eficacia en la guerra contra el paro. Es muy difícil predecir el tiempo que voy a permanecer, porque es algo que depende del Gobierno español.

P. ¿Qué aportan los funcionarios españoles a la Comunidad?

R. En primer lugar, competencia. El resto de comisarios lo reconoce, que se está mandando una gente que es muy joven pero con una preparación intelectual y una competencia técnica envidiable. La política que estamos siguiendo es traer gente muy solvente, fuera de toda ideología.

P. ¿Ser joven es un problema en este mundo de diplomacia florentina?

R. Yo, a veces, he tenido choques, pero un poco vas cogiendo autoridad y prestigio en base a la gestión que realizas. De eso estoy bastante satisfecho.

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