Borges, 'forjador de sueños', fue enterrado en Ginebra

Un sacerdote católico reveló en el funeral que había asistido al escritor la noche antes de su muerte

Una corona de flores amarillas, la única sin firma de las ocho que rodean la tumba de Borges, lleva en francés la siguiente leyenda: "Al más grande forjador de sueños". El entierro del escritor, ayer por la tarde, en Ginebra, marcó el inicio del tiempo sin término que él deseó en sus últimos años, con la esperanza de que el olvido y la nada lo arrastraran, cansado de ser Borges. Un puñado de amigos, varios editores, medio centenar de diplomáticos y algo más de periodistas asistieron al funeral de cuerpo presente, en la catedral de Saint Pierre, y luego al entierro, en el cementerio de Plainpal...

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Una corona de flores amarillas, la única sin firma de las ocho que rodean la tumba de Borges, lleva en francés la siguiente leyenda: "Al más grande forjador de sueños". El entierro del escritor, ayer por la tarde, en Ginebra, marcó el inicio del tiempo sin término que él deseó en sus últimos años, con la esperanza de que el olvido y la nada lo arrastraran, cansado de ser Borges. Un puñado de amigos, varios editores, medio centenar de diplomáticos y algo más de periodistas asistieron al funeral de cuerpo presente, en la catedral de Saint Pierre, y luego al entierro, en el cementerio de Plainpalais, donde Borges descansa al pie de un árbol que se llama Iff.

Un órgano sencillo, nada grandilocuente, marcó las pausas en el funeral de Borges, celebrado a primera hora de la tarde en la catedral de Saint Pierre, en lo más alto de la ciudad vieja, que domina Ginebra. En su exterior se han acumulado ocho siglos de estilos, pero en sus tres naves centrales se armonizan románico y gótico. Las banderas rojas y amarillas de Suiza y del cantón ginebrino alegraban ayer tarde su cúpula. Una tormenta arrastró a las cinco de la mañana el cielo algodonoso de los últimos días y lo dejó, "por una vez", como diría un taxista, azul pálido y brillante de sol. Así se mantuvo.Dos sacerdotes oficiaron en el funeral. El protestante habló durante media hora en un tono de resonancias proféticas. Parafraseó a partir del Génesis sobre la creación de la luz, y agradecióa María Kodama, la viuda de Borges, el haber sido "sus ojos, sus manos, su corazón. Nunca le olvidaréis", le anunció. El sacerdote católico reveló que había asistido al escritor moribundo la noche antes de su muerte, y dijo haber percibido a través de sus manos la gran pasión de Borges por la vida.

Luto blanco

La viuda vestía un luto blanco y violeta, y mantuvo durante las dos horas de ceremonia una impasibifidad oriental -en la iglesia se permitía mirar de vez en cuando la luz de las vidrieras sobre el altar-, mas cualquier podía percibir a distancia su enorme tensión. Ayer estuvo cercada sin pausa por cámaras de fotos y de televisión, que le irritan hasta el punto de no poder pensar, según dijo el otro día. María Kodarna aguardó en el cernenterio a que bajase a la fosa el féretro de rosas blancas de Borges, besó fugazmente una flor que había estado acariciando como se hace con un pájaro, arrojó la flor a la tumba y se marchó sin mirar atrás.María Kodama había llegado a la iglesia y al cementerio escoltada por el editor Claude Gallimard y acompañada de cerca por Aurora Bernárdez, primera esposa de Julio Cortázar y su testaferro literario; el novelista Héctor Bianchiotti; Jean Pierre Vernet, que preparaba con Borges la edición de sus obras completas.

Estuvo también la escritora Margarite Yourcenar, y algunos otros más. También se encontraban los editores Diego Hidalgo, consejero delegado de Alianza Editorial, y Franco María Ricci, introductor de Borges en Italia.

Enviaron coronas los presidentes de Argentina e Islandia país que condecoró a Borges por sus estudios sobre su lengua-, el Congreso argentino y casas editoriales de Francia y España. Acudieron delegaciones diplomáticas: la española, presidida por el embajador ante los organismos de las Naciones Unidas en Ginebra, Alfonso de la Serna. "Borges era una de las glorias de una literatura cuyo idioma comparten 300 millones de personas", comentó.

La tumba de Borges, excavada en un césped muy verde, orilla un camino de grava en el cementerio ginebrino de Plainpalais, que sobre todo parece un jardín. Enfrente yace Robert Godel, nacido tres años después que Borges y muerto dos antes, lingüista de la universidad de Ginebra.

Cuando ya había marchado casi todo el cortejo, una señora de pelo blanco se recogió unos minutos ante la tumba aún abierta de Borges, mostró sus ojos de azul intenso al darse la vuelta, y murmuró con timidez, como si comprobara la ley una vez más: "C'est la fin".

Viaje alrededor de Borges en el suplemento Libros.

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