2.001 láminas del siglo XVIII salieron de España en 1981 con permiso de la Junta de Exportación

El valor científico y artístico de la colección Mociño es incalculable

En enero de 1981, una colección de 2.001 láminas originales de la expedición Sesse y Mociño a Nueva América, del siglo XVIII, salieron del aeropuerto de Barcelona con destino al Instituto Hunt de Documentación Botánica de Pittsburgh, Pensilvania. Habían sido adquiridas por la Fundación Hunt a los hermanos Luis y Jaime Torner Pannochia, de Barcelona, a 2.000 pesetas cada lámina. La salida se produjo con permiso de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación presidida por Eduardo Ripoll, actual director del Museo Arqueológica Nacional. Las gestiones del entonces director de Bellas Artes, ...

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En enero de 1981, una colección de 2.001 láminas originales de la expedición Sesse y Mociño a Nueva América, del siglo XVIII, salieron del aeropuerto de Barcelona con destino al Instituto Hunt de Documentación Botánica de Pittsburgh, Pensilvania. Habían sido adquiridas por la Fundación Hunt a los hermanos Luis y Jaime Torner Pannochia, de Barcelona, a 2.000 pesetas cada lámina. La salida se produjo con permiso de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación presidida por Eduardo Ripoll, actual director del Museo Arqueológica Nacional. Las gestiones del entonces director de Bellas Artes, Javier Tusell, y las posteriomente efectuadas por la Administración socialista, no han logrado que este importante legado científico y artístico vuelva a España.

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La noticia de que las láminas de la expedición Mociño se encontraba !en el Instituto Hunt de Documentación Botánica de Pittsburgh, Pensilvanía fue conocida en medios científicos, en 1981, con gran disgusto entre los especialistas españoles. Pese a que todas las instituciones vinculadas con el tema no dudan en calificar lo ocurrido de hecho vergonzoso, lo cierto es que las tibias gestiones realizadas desde el Ministerio de Cultura no han logrado, por el momento, ninguna solución.La colección de láminas, producto de la expedición realizada entre 1795 y 1804, reúne unos 2.600 ejemplares. El 90% están dedicados a temas botánicos y el resto son reproducciones de animales. El Jardín Botánico de Madrid conserva 280 láminas, y en el Museo Botánico de Ginebra se encuentran unos 300 ejemplares que fueron regaladas por Mociño al científico De Candole. El paradero del grueso de la colección, las láminas que ahora se encuentran en Estados Unidos, era desconocido para los investigadores españoles desde que Mociño salió de España -Martín Sesse había muerto en 1809- con los afrancesados llevándose los dibujos en una carretilla hasta Montpellier. Se sabe que en abril de 1817 Mociño decidió volver a España y que poco después murió en Barcelona.

Mientras que investigadores de distintos países buscaban pistas que les llevaran hasta la colección de Sesse y Mociño, éstas se encontraban en manos de la familia Torner, de Barcelona.

Luis Torner Pannochia, de 47 años, quien junto a su hermano Jaime vendió al Instituto Hunt las láminas, cuenta que recuerda desde que era pequeño la existencia de la colección en la biblioteca de la familia y que estaban encuadernadas en 18 volúmenes de aproximadamente un centenar de ejemplares cada uno. Dada la belleza de estos trabajos, Luis Torner cuenta. que los hermanos se las mostraron a un restaurador barcelonés apellidado Gudiol para conocer el valor de las mismas, y que éste les confirmó que se trataba de trabajos originales de gran valor artístico (fueron realizadas por los pintores Antonio Echevarría y Juan de Dios Cerdá), aunque no les dijo nada sobre su interés científico. Torner añade que hicieron varias gestiones más y que finalmente alguien les sugirió que se pusieran en contacto con la universidad de Pittsburgh, como máximos expertos en el tema. Era el año 1979, y la respuesta del centro americano no tardó en llegar en las personas del director de la Fundación Hunt, Robert W. Kiger; el subdirector, T. D. Jacobsen, y el ahogado David Beuger.

El equipo investigó en Barcelona la autenticidad de las láminas, y en agosto de 1980 se realizó la venta de la colección en la biblioteca que los hermanos Torner poseen en su casa de Barcelona Además de 2.000 pesetas por lámina, los hermanos Torner pidieron ser directores de honor del Instituto Hunt y que la sala en la que fueran exhibidas llevara el nombre de Torner-Pannochia. La Fundación Hunt se encargaría de tramitar los permisos pertinentes, a través de la empresa Ibérica de Transacciones Comerciales, SA, en el Patrimonio y en Aduanas. La comisión delegada en Barcelona de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Obras de Interés Artístico presidida por Eduardo Ripoll autorizó la salida de las 2.001 láminas divididas en tres entregas Pese a ello, cuando los directivos de la Institución Hunt, acompañados de los hermanos Torner, llegaron a la aduana de Barcelona el 25 de enero de 1981, un funcionario planteó sus dudas sobre la antigüedad de las láminas y exigió que si no se hacía constar en el permiso de salida que éstas tenían más de 100 años, no pasarían la frontera.

El viaje se aplazó sólo 24 horas porque en ese tiempo se consiguió una nueva autorización en la que puede leerse textualmente: "Declaro que las obras correspondientes a esta autorización, al parecer, tienen una antigüedad superior a los cien años. Barcelona, 26 de enero de 1981. El presidente de la comisión delegada".

En el documento aparece la firma de Eduardo Ripoll y fue suficiente para que la colección viajara a Estados Unidos.

Engaño

El actual director del Museo Arqueológico Nacional, Eduardo Ripoll, asegura que la autorización de la salida de las láminas fue "un despacho ordinario que firmé sin consultar a la junta porque se presentó como un asunto sin importancia. La valoración que me dieron era de 400.000 pesetas. Fue después cuando vi que había sido engañado. A mí me presentaron la solicitud como ejercicios de acuarelas del XIX, sin mayor importancia, y me lo creí. Tenga en cuenta que habitualmente tramitábamos solicitudes de objetos del siglo XX. Hubo engaño, y no puedo decir nada más".Luis Torner dice ahora que tanto él como su hermano se arrepintieron de la venta muy poco después de que las láminas salieran de España. "Cuando nos empezaron a enviar publicaciones en las que celebraban la llegada de las láminas, vimos su importancia real. Nosotros queremos que la Administración española consiga que vuelvan y lo único que sentimos es no haber encontrado antes de que la venta se produjera a algún científico español alguien que nos hubiera explicado su valor real".

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