Crítica:CANCIÓN

La mayoría de edad de Joaquín Sabina

Dos formas habría de enfocar esta crónica: como un relato pormenonizado de dos noches de muchas canciones, abundantes invitados y felices sorpresas, o como un comentario del trabajo que Joaquín Sabina ha venido desarrollando a lo largo de diez años y que alcanzó en los recitales del teatro Salamanca la mayoría de edad, artística y de éxito. Resulta difícil sustraerse a cada una de estas facetas.Joaquín Sabina tomaba con este recital una fuerte responsabilidad sobre sus hombros: hacía un recital especial, con invitados y un marcado movimiento en escena, y además, aprovechaba para grabar un álbu...

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Dos formas habría de enfocar esta crónica: como un relato pormenonizado de dos noches de muchas canciones, abundantes invitados y felices sorpresas, o como un comentario del trabajo que Joaquín Sabina ha venido desarrollando a lo largo de diez años y que alcanzó en los recitales del teatro Salamanca la mayoría de edad, artística y de éxito. Resulta difícil sustraerse a cada una de estas facetas.Joaquín Sabina tomaba con este recital una fuerte responsabilidad sobre sus hombros: hacía un recital especial, con invitados y un marcado movimiento en escena, y además, aprovechaba para grabar un álbum en directo y hacer un especial de televisión. Nervios, pues, en los momentos iniciales del primer día, que se fueron calmando a lo largo de la noche y que, en el segundo pase, con menos invitados y más público que acudía simplemente para divertirse, alcanzó toda su dimensión.

Joaquín Sabina y Viceversa

(Manolo Rodríguez y Pancho Varona, guitarras; Javier Martínez, bajo y voz; Paco Beneito, batería); con Marcos Mantero, teclados, y Tere Carrillo, voces. Invitados: Ricardo Solfa, Javier Krahe, L. E. Aute, Javier Gurruchaga y Andreas Prittwitz. Teatro Salamanca, Madrid. 14 y 15 de febrero.

Ricardo Solfa, galáctico y polifacético intérprete que demostró un absoluto dominio del oficio; Javier Krahe, que hizo las delicias del público con un irónico y demoledor panfleto anti-Otan; Luis Eduardo Aute y su intercambio de saludos musicales con Sabina, y Javier Gurruchaga, histriónico y arrollador rockero, como siempre, fueron las guindas de una noche de fiesta. Joaquín Sabina y Viceversa pusieron el resto, es decir, prácticamente todo.

Diez años han pasado desde la edición de su primeras canciones en un libro londinense. Una etapa de cantautor clásico en Londres, su vuelta a España y el enfrentamiento con una realidad que superaba con mucho los esquemas, el triunfo en la Mandrágora, y una rapida carrera hacía arriba cuando sacó a relucir el rocker que hay en él, constituyen los puntos culminantes de la trayetória de Joaquín Sabina. Quizá su mayor virtud sea haber encontrado en este viaje la manera de ser un cantautor adulto, que tiene cosas que decir y las dice con el lenguaje adecuado, rompiendo, como están haciendo otros, la falsa dicotomía entre madurez y modernidad.

Un lenguaje de hoy día, capaz de conectar con los más jovenes, pero que no abdica de la necesidad de ofrecer con rigor una manera compleja, rica y meditada de entender el mundo que le rodea. Sus canciones van surgiendo como un retrato inmisericorde de ese lado oculto de la vida que es la marginación, pero también de la cotidianidad de los pequeños hechos y sentimientos, no menos ocultos por el aluvión de lugares comunes y estereotipos que suelen poblar las canciones populares, por las máscaras de carnaval que cada día del año los ocultan.

Hable de delincuentes habituales, retrate el nuevo Madrid de la democracia o cante los amores propios o ajenos, en sus canciones se encuentra el olor y el color de la calle y las gentes que la pueblan. El público reacciona ante ello, se ve retratado con fidelidad, sin moralismo, pero con moralidad, y se ve arrastrado por un excelente trabajo en escena.

Ha ido adquiriendo Joaquín Sabina en los últimos años el dominio del escenario que quizá faltaba en sus primeros intentos de fundir canción de autor y rock. La soltura en los movimientos y la facilidad en la comunicación son los ingredientes que necesitaba para hacer creíble su actitud ante el micrófono y sacar todo el jugo a sus actuaciones.

Joaquín Sabina y Viceversa es algo más que un cantante con un grupo de acompañamiento; es un todo único e indisoluble que se ha cohesionado a la perfección. Viceversa suena con la solidez de los mejores grupos y tienen plena ocasión de demostrarlo al servicio de unas canciones construidas con minuciosidad e inteligencia. La incorporacion de Marcos Mantero a los teclados, un músico veterano, contribuye de manera importante en el resultado final de un sonido compacto y sin fisuras.

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