La nueva imagen de los españoles

Del hidalgo a Ias hamburguesas

El estilo de vida moderno se decanta en favor del individualismo, en hacer dinero y en gastarlo

Individualismo, hedonismo, hacer dinero y gastarlo son algunas de las tendencias que se auguran para el estilo de vida de los españoles. Entre el 7 y el 11 de octubre se celebró en Cuenca, organizado por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, el seminario La nueva imagen de los españoles, en el que se intentó analizar las nuevas formas y costumbres de la sociedad española. El curso fue dirigido por el filósofo Javier Sádaba y por el sociólogo Lorenzo, Díaz.

Para Javier Sádaba, el inicio del cambio en el ámbito de la ética se corresponde con el fin de la moral heroica, lo que en...

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Individualismo, hedonismo, hacer dinero y gastarlo son algunas de las tendencias que se auguran para el estilo de vida de los españoles. Entre el 7 y el 11 de octubre se celebró en Cuenca, organizado por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, el seminario La nueva imagen de los españoles, en el que se intentó analizar las nuevas formas y costumbres de la sociedad española. El curso fue dirigido por el filósofo Javier Sádaba y por el sociólogo Lorenzo, Díaz.

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Para Javier Sádaba, el inicio del cambio en el ámbito de la ética se corresponde con el fin de la moral heroica, lo que en filosofía podía ser el pensamiento de Kant que posteriormente produce el derecho y los conceptos ilustrados que llegan hasta nuestros días. Frente al derrumbre de una moral surgen, a su juicio, varias respuestas: la de los tontos-cínicos, que potencia la cobardía, entendida ésta, por ejemplo, en el retraimiento de los intelectuales ante temas centrales, que ante o después saldrán con furia contenida y que, naturalmente, nada tiene que ver con el cinismo riguroso; la falta de elegancia en las relacíones personales y la confusión en el hablar. Puede pensarse que todo este retraimiento pudiera encubrir una reivindicación del hedonismo. Para Sádaba, ese redescubrimiento del placer se puede subdividir en dos grandes grupos: el malo y el bueno; dicho con otras palabras, el que se corresponde con la mala posmodernidad y el que coincide con la buena posmodernidad, destacando la ausencia de textos reflexivos a propósito de la tan mencionada posmodernidad, de la que, sin embargo, se ha hablado y escrito en demasía. El mal posmodernismo es aquel que disimula la avalancha consumista por pura frivolidad, con aparente liberalidad pero, en el fondo, muy temeroso ante lo nuevo, como es el caso de la Nueva Filosofía francesa. Frente a ello destacó el buen hedonismo, aquel que corresponde a quienes tratan de crear el marco apropiado para las soluciones alternativas y que resulta necesario llevar hasta sus límites, es decir, no sólo placer del cuerpo propio, sino encardinamiento con la lejanía, con los otros cuerpos, lo que se llamó utopía.La moda está de moda

De una forma tenaz, casi sistemática, en España aquello que despierta, surge o alcanza cotas de popularidad aceptables es criticado profundamente por quienes lo crean. El debate sobre la moda española, sin duda uno de los fenómenos sociales de mayor espectacularidad en su pujanza y estética, fue negado por Agatha Ruiz de la Prada, Manuel Gattel y los expertos en información sobre la moda Rosa Pérez Gil y Carlos García Calvo.

Todo parece indicar que la crítica y autocrítica confiere a quienes las realizan marchaino de profesionalismo. Manuel Gattel, que diseña desde hace años línea y tejidos, cree que el problema clave es el industrial. Los representantes de la industria no acaban de confiar en la capacidad creativa de los diseñadores españoles. Prefieren comprar diseño extranjero o, en el peor de los casos, copiar directamente antes que promocionar a quienes aquí viven y trabajan.

Del hidalgo a las hamburguesas

Agatha Ruiz de la Prada es más radical en sus propuestas: puesto que España ha perdido, a su juicio de forma irremediable, el tren del prêt-à-porter, lo mejor es dar el salto cualitativo y experimentar nuevas posibilidades en las que la técnica, la ingeniería, tendrían tanta capacidad diseñadora como los creativos: trajes intercambiables, que el creador sea quien lo posea, un sentido más lúdico y festivo del vestir alcanzando los límites del carnaval.Para García Calvo y Pérez Gil el boom de la moda no existe. Los diseñadores no tienen capacidad de respuesta para los grandes pedidos y, salvo nombres propios muy concretos, como Adolfo Domínguez en la actualidad, y Balenciaga en la historia, el diseñador español es un desconocido fuera de España.

Letra y música

La música y la literatura fueron también analizadas en éste empeño común por descubrir la nueva imagen de los españoles. La literatura, a juicio de Javier Maqua, basa un porcentaje elevadísimo de sus obras en un respeto sacrosanto por el concepto decimonónico de la novela. Son pocos, escasísimos, los autores que dejan constancia en sus obras de la actualidad social. Entre los nuevos novelistas que escriben de forma tradicional señala Luna de lobos, de Julio Llamazares; La media distancia, de Alejandro Gándara; El secreto del arte, de Enrique Murillo; El Sur, de Adelaida García Morales; La subversión de Betty García, de Pepe Avello, y Amado monstruo, de Javier Tomeo. Entre las obras escritas desde otra concepción que la tradicional, sólo considera de interés El polvo azul, de Eduardo Haro Ibars. La música, por su parte, es, probablemente, junto con la moda, aquello que más y más rápidamente ha evolucionado. Si en los setenta la música española de mayor aceptación oscilaba entre Mocedades, el rock sinfónico andaluz y los cantautores, 10 años después los grupos de éxito son Alaska y Dinarama, Objetivo Birmania, Mecano, Orquesta Mondragón, Barón Rojo, etcétera, es decir, la dispersión, la pluralidad de estilos y tendencias. Siempre quedan nombres propios como Miguel Ríos, Serrat, Víctor Manuel y algunos más. En cualquier caso, 1977 parece ser la fecha clave: surgen los punks. Desde entonces las vanguardias aspiran a convertirse en las Nuevas Academias: Alaska, que partió de punk en la carrera, llegó destacada a la meta anunciando Benedictine y alabando la caballerosidad de Manuel Fraga. El sistema había cumplido una vez más el rito de devorar a sus hijos predilectos. Alberto Moncada, sociólogo, explicó la Americanización de la vida española, y lo hizo definiendo, a grandes líneas, los tres trazos que, a su juicio, caracterizan la implantación del estilo de vida americano en nuestro país: la gratificación instantánea frente a una cultura basada en la demora y la escasez. El arraigo de la religión y la figura del hidalgo ejemplifican la demora de la gratificación. Frente a ello, el ejecutivo americano, el sistema de producción nuevo propone la remuneración importante e inmediata. Se olvida el pasado y el futuro en aras de vivir el presente con intensidad. El segundo de los trazos consiste en la distancia creciente entre el yo y el grupo. El nuevo estilo de vida potencia el individualismo sobre lo grupal. Ello coincide con la consolidación de las macrociudades y, consiguientemente, el fenómeno de la soledad urbana. Por último, este tipo de vida trae consigo una desafección por la vida pública, por los movimientos ciudadanos que anhelan la mejora colectiva. "Hacer dinero y gastarlo" es la buena nueva. Lo demás sobra.

La publicidad, sin duda otro de los factores determinantes en los posibles cambios de imagen de la sociedad española, tuvo su analista en la figura de Teo Marcos, director de la agencia Contrapunto. Al margen de la información antropológica que facilitan los spots, Teo Marcos señaló unos datos elaborados en el Estudio General de Medios, con fecha de mayo de 1985: el 85% de los encuestados reconoció haber visto el día anterior la televisión en un promedio de tres horas y 20 minutos por persona y día. El 54,1% había escuchado la radio, también el día anterior, durante casi cuatro horas. En este caso hay que reseñar la pluralidad de opciones, emisoras, lo que no ocurre en el caso de la televisión. El 60% de los encuestados reconoció haber leído algún diario en los últimos 30 días, plazo considerablemente superior al de la radio y la televisión. Pues bien, ese 85% de telespectadores que ven tres horas y 20 minutos al día la televisión recibe también entre 60 y 90 spots publicitarios al día. La importancia de la publicidad quedó, pues, suficientemente demostrada.

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