Un terrible pudor

"Cuando fuimos a darnos la paz -dice la monja que narra Extramuros- como otras veces, reposó largamente su boca en mi mejilla. Noté entonces que temblaba y así le pregunté:-¿Cómo, hermana? ¿Enferma otra vez?

Pero ella no quiso responder como si una gran zozobra la atenazara. Sentía su cuerpo como a punto de quebrarse, sus manos frías y su aliento ardiente cerca de nú boca como aquel otro viento que ahora envolvía la ciudad y sus muros, haciéndoles brillar en las tinieblas como la luz de un ascua".

Trágico erotismo

Esta es una de las escenas donde el helado y trágico...

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"Cuando fuimos a darnos la paz -dice la monja que narra Extramuros- como otras veces, reposó largamente su boca en mi mejilla. Noté entonces que temblaba y así le pregunté:-¿Cómo, hermana? ¿Enferma otra vez?

Pero ella no quiso responder como si una gran zozobra la atenazara. Sentía su cuerpo como a punto de quebrarse, sus manos frías y su aliento ardiente cerca de nú boca como aquel otro viento que ahora envolvía la ciudad y sus muros, haciéndoles brillar en las tinieblas como la luz de un ascua".

Trágico erotismo

Esta es una de las escenas donde el helado y trágico erotismo de esta novela excepcional,se revela con mayor acento. Hay en ella un erotismo soterrado, que mueve toda la tragedia, pero que no insiste en su exposición, y queda muy alejado de los grandes desbordamientos de la literatura de consumo. Extramuros es una novela terrible, que describe un caso de impostura, sacrilegio y perversión en el escenario de la España de los últimos Austrias, donde cada cual cumple su papel, desde la monja falsamente estigmatizada hasta los personajes de una Inquisición omnipotente y desvalida.

Más información

Cuando publicó este libro, Jesús Fernández Santos, que ya había conseguido numerosos premios y que después obtendría todos los demás, alcanzó por fin la gracia del gran público y se convirtió en el escritor que ahora es: una de las grandes figuras de nuestra novela. Procedente del realismo objetivo de los años 50, aunque con las -raíces intimistas que ya mostraba en Los bravos, pasó a una literatura más interiorizada y serena -El hombre de los santos- y accedió finalmente a su actual estatuto de joven maestro galardonado hasta la exasperación. Y fue esta crónica de la ruina y la decadencia, esta epopeya de la falsedad y del misticismo invertido, escrita con un exquisito cuidado, la que le llevó a la fama de una vez.

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