Crítica:TEATRO

Una tradición

Ha hecho una fugaz aparición en Madrid (teatro Lara) la compañía de Titiriteros del Teatro General San Martín de Buenos Aires. La dirige Ariel Bufano y en su abundante elenco de manipuladores de marionetas de todas clases hay también personas muy jóvenes y al mismo tiempo muy diestras ya, lo que parece indicar una garantía de que la tradición va a continuar. Tradición cuya fidelidad a veces puede ser un riesgo para la incorporación de lo moderno, para el invento y el desarrollo.El espectáculo consta habitualmente en dos partes: la primera es una parodia del Circo Criollo en la que destacan núm...

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Ha hecho una fugaz aparición en Madrid (teatro Lara) la compañía de Titiriteros del Teatro General San Martín de Buenos Aires. La dirige Ariel Bufano y en su abundante elenco de manipuladores de marionetas de todas clases hay también personas muy jóvenes y al mismo tiempo muy diestras ya, lo que parece indicar una garantía de que la tradición va a continuar. Tradición cuya fidelidad a veces puede ser un riesgo para la incorporación de lo moderno, para el invento y el desarrollo.El espectáculo consta habitualmente en dos partes: la primera es una parodia del Circo Criollo en la que destacan números como el zapateado de los pequeños gauchos o las luchas hombre-muñeco. Es un espectáculo más para niños que para mayores. Quizá por una deformación de adulto profesional me interesaron más los suaves gestos, las expresiones, los movimientos de las personas que manejaban los muñecos e intentaban transmitirles su propia vida, su humanidad.

Gran circo criollo

Por el grupo de Titiriteros del Teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires. Escenografía de Haydée Arigós. Música de Jorge Valcárcel. Dirección: Ariel Bufano y Adelaida Mangani.Estreno en el Lara. Madrid, 6 de julio.

En la segunda parte, según se nos dice, se suele representar un poema dramático del que es autor el propio Ariel Bufano: una gauchada, de contenido humano, al estilo del Martín Fierro. Pero fue suspendida. Tal vez por el agobio del calor de la sala, por la parquedad de espectadores o por el mero cansancio de esta compañía viajera. El público era en su inmensa mayoría argentino, y tributó su homenaje de paisanos a los titiriteros.

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