31ª Festival de San Sebastián

El certamen donostiarra descubre para España el cine lírico y sencillo de la francesa Diane Kurys

Una sencilla, lírica y bella película francesa, Coup de foudre, de Diane Kurys; una copia impresentable de la brasileña Parahvba mulher macho, que ha tenido que ser sustituida por un bodrio australiano sobre el gran drama El pato silvestre, del noruego Henrik Ibsen; el cumplimiento del documentalista albaceteño, afincado en el cine francés, José María Berzosa de traer su primer largometraje de ficción (Entre temps a San Sebastián; el arranque de la sección Nuevos Realizadores con Une pierre dans la bouche, del francés Jean-Louis Leconte; la sobriedad e inteli...

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Una sencilla, lírica y bella película francesa, Coup de foudre, de Diane Kurys; una copia impresentable de la brasileña Parahvba mulher macho, que ha tenido que ser sustituida por un bodrio australiano sobre el gran drama El pato silvestre, del noruego Henrik Ibsen; el cumplimiento del documentalista albaceteño, afincado en el cine francés, José María Berzosa de traer su primer largometraje de ficción (Entre temps a San Sebastián; el arranque de la sección Nuevos Realizadores con Une pierre dans la bouche, del francés Jean-Louis Leconte; la sobriedad e inteligencia del actor y antidivo británico, Jeremy Irons; los estudiados e inútiles numeritos del señor Helmut Berger; y la rotunda y desgarrada figura de un hombrecillo viejo e irónico llamado Samuel Fuller, escondido detrás de su enorme puro, son las notas más sonoras de esta segunda jornada del festival, que ha resultado más rica de lo previsto.

Diane Kurys es, o era hasta ayer, una perfecta desconocida en España. Puede —si su película Coup de foudre se estrena— dejar de serlo inmediatamente. A sus 34 años, esta directora nos ofrece una bella historia de lo de casi siempre, es decir, de amor y desamor, pero que dentro del gusto clásico ofrece una brisa nueva, un poco incapturable, como todos los alardes de transparencia.

Procede Diane Kurys del teatro y, con toda seguridad, ha calentado muchas butacas de los cines parisienses, porque se le nota no sólo que ha visto mucho cine, sino que ha sabido verlo. Su Coup de foudre recoge, por ejemplo, las más decantadas tradiciones del realismo originado en Francia por la nouvelle vague de finales de los años cincuenta y primeros sesenta, sobre todo de los primeros filmes de François Truffautt, y lo hace con tal delicadeza y singularidad que el filme adquiere cierto aire intemporal, en el mejor sentido del término.

Es una historia de, amor entre dos mujeres casadas, que aparentemente tiene una inmediatez que sorprende un poco, cierto tono de realismo coloquial que, de improviso, se rompe inexplicablemente a través de un brote lírico cuyo origen es, al principio del filme, difícil de identificar, hasta que, casi al final de éste, descubrimos que procede de un acto de evocación —un punto de vista enamorado a través del que se ve esa misma historia de amor— de la hija menor de una de las mujeres, tal vez la propia Diane Kurys que narró el cuento sumergida en su propia memoria personal. Y así la descripción se hace nostalgia profunda.

Pese a llevar dentro bastantes ingenuidades, sobre todo en la construcción del relato, cosa lógica en una directora casi primeriza —-éste es el segundo largometraje de Diane Kurys—, el filme es sólido y ofrece indicios de madurez auténtica, el umbral de una cineasta adulta que muy posiblemente encontrará en sus películas futuras los canales expresivos que su generoso mundo interior necesita. Es, además, una buena directora de actores y, orientados por ella, las actrices Miou-Miou e Isabelle Huppert y los actores Guy Marchand y Jean Pierre Bacri forman un adorable, patético y divertido cuadrángulo, que ha mantenido en alto el buen comienzo del festival.

Va de actores

Y va de actores. La segunda película de ayer, a falta de la citada brasileña, cuya copia era improyectable, fue una malísima versión australiana de El pato silvestre, de Ibsen, dirigida por un tal Henry Safran, popular entre los canguros.

Sin embargo, el equipo de intérpretes del drama ibseniano es de auténtica gala, y en él figuran, entre otros, la noruega Liv Ullman y los ingleses Michael Redgrave y Jeremy Irons, uno de los protagonistas de la excelente serie televisiva inglesa Retorno a Brideshead y el filme La mujer del teniente francés, así como de sendas películas del alemán Volker Schlóndorff —con quien acaba de rodar Por el camino de .Swan— y del polaco —loco como todos los polacos", a juicio de Irons— Jerzy Skolimowski.

Jeremy Irons ofreció ayer una conferencia de prensa en la que dio un pequeño curso de sobriedad, precisión y agudeza: "Trabajar en Australia es como trabajar en Inglaterra. Está al otro lado del mundo, pero fa gente es la misma y los equipos australianos han trabajado casi todos en Inglaterra. ¿Que si tu desavenencias con Laurence Olivier? No me atrevería ni borracho a tener desavenencias con él. Sí, suelo hacer personajes atormentados y dubitativos. Me gustan los hombres confusos, por que La naturaleza humana es confusa. Mis personajes no son más complicados que yo ni que usted. Me gusta trabajar con actores mejores que yo, pues puedo aprender de ellos. ¿Alain Delon? Es un fulano de las calles, pero de él aprendí menos que de otros. Hice El pato silvestre porque amo el drama de Ibsen y porque deseaba actuar con Liv Ullman".

Fue esta última casi la única observación que hizo acerca del filme, pues a todas luces era Jeremy Irons calladamente consciente de su mediocridad. Y, a propósito de mediocridad, llegó Helmut Berger.

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